24.11.08

Como criar a los niños. Entrevista a Eric Laurent (Paris)


Verónica Rubens: Usted ha dicho que allí donde no hay más familia, ella subsiste a pesar de todo. ¿Qué es lo que subsiste?

Eric Laurent: A partir de un momento que se puede pensar como el fin de una cierta forma tradicional de familia, y desde la igualdad de los derechos, sea entre hombres y mujeres, entre niños y padres o entre las generaciones, se desplazó la manera como se articulaba la autoridad. Además, con la separación entre acto sexual y procreación, y con la procreación asistida, vemos una pluralización de formas de vínculos que permiten articular padres y niños fuera de la forma tradicional. Una de las discusiones entre las civilizaciones de los países hoy es qué es lo que se puede llamar familia alrededor de un niño. Esto se puede hacer tanto con familias monoparentales como cuando hay dos personas del mismo sexo o varias personas que se ocupan de él. Es lo que queda de lo que era la oposición, en un momento dado, entre un modelo de familia tradicional o nada, nada que se pudiera llamar familia según la definición del código civil napoleónico, desde el punto de vista laico: una cierta forma que permitía transmitir los bienes y articular los derechos, pero afuera no había ni bienes ni derechos. Ahora hay pluralización completa y se sigue hablando de familia porque es una institución que permite bienes y derechos y la articulación entre generaciones. Entonces, es lo que queda; en ese sentido, creo que hay una conversación a través de nuestra civilización, un interrogante que da muchas respuestas, que algunos aceptan, otros rechazan y otros quieren mantener una forma definida, con un ideal determinado.
Laurent afirma que pensar la figura del padre hoy es un asunto crucial. Y que, incluso cuando el padre falta, lo que hoy no falta es un discurso acerca de lo que para ella es un padre, aun si está ausente. Además, la madre a su vez ha tenido un padre. Lacan trató de separar el padre del Nombre del Padre, es decir, de esta función paradojal prohibición-autorización, que puede funcionar o no más allá de las personas presentes.

Verónica Rubens: Actualmente, los nuevos roles de las mujeres en el mercado de trabajo y las innovaciones producidas por la ciencia llevan a escenarios impensables hace algunos años en cuanto a los modos de reproducción. ¿Qué tiene para decir el psicoanálisis ante esto?

Eric Laurent: En todas estas variaciones o creaciones diversas, distintos discursos van a entrar en conflicto sobre lo que son el padre o la madre en esta ocasión. Pero lo que vemos es que nadie quiere tener hijos sin padres. Es muy llamativo, pero las peleas jurídicas de las comunidades gay y lesbiana para ser reconocidos como padres y madres de hijos, son para poder utilizar los nombres de la familia. El niño es confrontado al hecho de que fuera de la familia circulan otros discursos. ¿Cómo orientarse entonces cuando, por ejemplo, el niño es concebido por fertilización asistida con donante anónimo? Los chicos en la escuela le dicen: “¿Dónde está tu padre?” Y el niño contesta: “Yo no tengo padre”. ¿Cómo no va a tener un padre? Eso es imposible... Y entonces, ¿cómo va a contestar y sostenerse con eso? ¿Cómo va a inventar una solución, un discurso posible? El psicoanálisis puede, precisamente, ayudar a que en estas circunstancias el niño, la madre, puedan orientarse en un espacio en el cual sea posible usar los términos padre-madre de una manera compatible con el discurso común.

Verónica Rubens: Usted ha dicho que en los momentos de grandes cambios los chicos son las primeras víctimas, son los primeros en sufrir el impacto de estos cambios. ¿Cuáles son las cuestiones en juego para los chicos que están creciendo?

Eric Laurent: Múltiples. Las formas de patología del lazo social con los chicos y entre los chicos se ven a través de las quejas de los que están a cargo de ellos, especialmente de los pedagogos, con el papel esencial que ahora desempeña la escuela en la civilización. No hace mucho que la escuela tiene este papel tan importante para criar a los niños. Antes, la articulación con la religión, la moral, el Estado, el ejército, tenían un peso, había una variedad de instituciones. Cada vez más se reduce el peso de éstas para centrarse en la gran institución escolar, que recoge a los niños y trata de ordenarlos a partir del saber. Una dificultad para los chicos de hoy (y lo vemos en la enorme cantidad de niños diagnosticados con déficit de atención o hiperactividad) es la de poder quedarse sentados cinco horas en una escuela, lo que no sucedía en otras civilizaciones. Lo curioso es que parece como una epidemia el hecho de que hay más y más chicos que no pueden renunciar a este goce de cuerpo a cuerpo, de las peleas, la agresión física, sin hablar de la violencia desproporcionada, característica de las pandillas de adolescentes. Todo este sufrimiento funda la idea de una patología de la infancia y la adolescencia. Se dice que los chicos no soportan las prohibiciones, no toleran las reglas.

Verónica Rubens: ¿Podría aclarar un poco más qué pasa ahora en las escuelas?

Eric Laurent: Al poner la educación universal y decir que todos los niños tienen iguales derechos, al meterlos a todos en el mismo dispositivo, hay patologías que entran dentro de este dispositivo escolar que no estaban antes. Por otro lado, con la precarización del mundo del trabajo cada vez más niños son abandonados por la presión que hay. Antes tenían madres para ocuparse de ellos. Ahora se ocupa el televisor. La televisión es como una medicación, es como dar un hipnótico: hace dormir... Es una medicación que utilizan tanto los niños como los adultos para quedarse tranquilos delante de las tonterías de la pantalla. Pero el televisor en común para toda la familia no es la oración común de la tradición, aquella que permitía vincular a los miembros de la familia a través de rituales. Cuando el único ritual es la televisión, comer delante de ella, hablar sobre ella o quedarse en silencio frente al aparato, esto permite articular poco esta posición del padre entre prohibición y autorización. La escuela es precisamente la que articula entonces esta función: los maestros aparecen como representantes de los ideales y esto agudiza la oposición entre niño y dispositivo escolar, transformando las patologías, que no pueden reducirse estrictamente a algo biológico ni a algo cultural, en la imbricación de éstos dentro del dispositivo de la escuela.

Verónica Rubens: Usted ha mencionado a Lewis y a Tolkien como dos personas que desde la literatura quisieron proponer modelos identificatorios posibles. En una época de caída de los ideales, ¿cómo orientar a los niños en ese sentido?

Eric Laurent: La literatura es siempre una excelente vía para orientarse. Después del derrumbe de la Primera Guerra Mundial, del derrumbe de los ideales, los intelectuales estaban preocupados por cómo orientarse y orientar a la generación que venía. Algunos escritores explícitamente pensaron en elaborar con su obra una manera de proteger al niño de la tentación del nihilismo y orientarlo en la cultura y en las dificultades de la civilización, presentar figuras en las cuales el deseo pudiera articularse en un relato. Con “El señor de los anillos”, Tolkien hizo una tentativa de proponer a los chicos, a los jóvenes, una versión de la religión, un discurso sobre el bien y el mal, una articulación sobre el goce, los cuerpos, las transformaciones del cuerpo, todos esos misterios del sexo, del mal, que atraviesa un niño; versiones de la paternidad. Tolkien consiguió algo: hay muchos niños para los cuales el único discurso que han conocido y que les interesa sobre esto es “El señor de los anillos” en los tres episodios. De la misma manera, un escritor católico, como C. S. Lewis, hizo con las “Crónicas de Narnia” una versión de la mitología cristiana sobre el abordaje de los temas del bien y del mal, de la paternidad, de la sexualidad. Gracias al cine, Tolkien salió de sus años treinta, pero para una generación fue “Harry Potter”, que articula la diferencia entre el mundo de los humanos y el mundo ideal de los brujos, poblado de amenazas, donde el bien y el mal se presentan como versiones del discurso.

Verónica Rubens: ¿Qué pueden encontrar los chicos en la literatura?

Eric Laurent: “Harry Potter” fue, para muchos chicos, incluso los míos, una compañía: ir creciendo de la infancia a la adolescencia a lo largo de los cinco o seis tomos de la historia. Además, presentó figuras de identificación muy útiles. Un niño podía prestar atención por lo que le decía Harry Potter, precisamente, sobre cómo se articulan el bien y el mal, sobre cómo hay que comportarse en la vida y cómo manejarse en las apariencias y en los sentimientos contradictorios que uno puede conocer al mismo tiempo. Son herramientas para salvar a las generaciones de la tentación del nihilismo, del pensar que no hay nada que valga la pena como discurso. Cuando nada vale como discurso, hay violencia. El único interés, entonces, es atacar al otro. La crisis de los ideales que se abrió con el fin de la Primera Guerra no se ha desvanecido. ¿A qué deberíamos prestarle atención? Hoy vemos un llamado a un nuevo orden moral, apoyado en el retorno de la religión como moral cotidiana. Cuando en Europa hay violencia en los suburbios, se hace un llamado a los imanes musulmanes para que dirijan un discurso de paz a los jóvenes de la inmigración. También a los curas, para tratar de ordenar un poco el caos engendrado por estos jóvenes desamparados que manifiestan conductas estrictamente autodestructivas por la desesperanza en la que están sumidos. En la esfera política, a través de la famosa oposición entre las cuestiones de issues (temas) y values (valores), vemos que ahora el tema es moral. Hay una tendencia a pensar que para volver a obtener una cierta calma en la civilización se necesita multiplicar las prohibiciones, que la “tolerancia cero” es muy importante para restaurar un orden firme, que la gente tenga el temor de la ley para luchar contra sus malas costumbres. Los analistas, frente a esta restauración de la ley moral, saben que toda moral comporta un revés, que es un empuje superyoico a la transgresión. Precisamente, la idea de los analistas en su experiencia clínica es que saben que cuando la ley se presenta sólo como prohibición, incluso prohibición feroz, provoca un empuje feroz, sea a la autodestrucción, sea a la destrucción del otro que viene sólo a prohibir. Hay que autorizar a los sujetos a respetarse a sí mismos, no sólo a pensarse como los que tienen que padecer la interdicción, sino que puedan reconocerse en la civilización. Esto implica no abandonarlos, hablarles más allá de la prohibición, hablar a estos jóvenes que tienen estas dificultades para que puedan soportar una ley que prohíbe pero que autoriza también otras cosas. Hay que hablarles de una manera tal que no sean sólo sujetos que tienen que entrar en estos discursos de manera autoritaria, porque si se hace esto se va a provocar una reacción fuerte con síntomas sociales que van a manifestar la presencia de la muerte.

Verónica Rubens: ¿Cómo criar a los niños en esta época?

Eric Laurent: Hay que criar a los chicos de una manera tal que logren apreciarse a sí mismos, que tengan un lugar, y que no sea un lugar de desperdicio. En la economía global actual, el único trabajo que puede inscribirse es uno de alta calificación, al cual no siempre van a tener acceso. No podemos pensar que vamos a salir adelante sólo con la idea de que si uno trabaja bien y tiene un diploma va a encontrar un trabajo. Hay niños que no van a entrar y, a pesar de esto, tienen que tener un lugar en nuestra civilización. No hay que abandonarlos. Y éste es el desafío más importante que tenemos, el deber que tenemos nosotros frente a ellos. Concebir un discurso que pueda alojarlos dentro de la economía global.

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16.11.08

La medicalización de la vida cotidiana.


Publico este artículo de la revista digital Consecuencias, que recomiendo.
(www.revconsecuencias.com.ar).



Liliana Cazenave

El descubrimiento de los psicofármacos a partir de la década de los 50 y de la biología molecular en los 80, ha producido una revolución en el tratamiento de las psicosis, de los trastornos del humor, la ansiedad y el sueño. Los efectos benéficos de esta revolución están fuera de discusión. Desde nuestro campo, el del psicoanálisis no nos oponemos al buen uso del medicamento; por el contrario, en determinados casos, particularmente de psicosis, el medicamento permite establecer las condiciones para el abordaje por la palabra.

Pero me interesa reflexionar aquí sobre otro efecto que acompañó esta revolución que consiste en la extensión del consumo de este tipo de medicamentos por la población en general, más allá de lo considerado como patología mental, poniendo en discusión las concepciones de salud y enfermedad.

Sin duda no podemos desprender este fenómeno de uno más amplio que lo engloba y que es la extensión del consumo de los medicamentos y de la medicina en general para situaciones vitales cotidianas no consideradas tradicionalmente como patológicas tales como la menopausia, las disfunciones sexuales, la vejez, etc. Esta extensión se debe fundamentalmente a que se ha pasado de un uso del medicamento con un objetivo de curación de lo que se caracteriza como enfermedad, a un uso del medicamento para lo que se ubica discursivamente como condición de vida, como condición de estar en el mundo.

Tomemos algunas propagandas de laboratorios médicos para dar cuenta de este viraje:
La depresión es una condición común y puede afectar a cualquiera, o El ADD es una condición de todo el día. Por eso ofrecemos un tratamiento de tiempo completo.

Se trata de un doble movimiento: por un lado de una normalización de lo patológico, de sacar la enfermedad de la categoría de lo patológico introduciéndola en el terreno de la normalidad en tanto que parte constitutiva de la vida cotidiana. Por otro lado se observa también el proceso inverso, es decir la patologización de la normalidad que transforma en enfermedad afectos, procesos cotidianos de la vida tales como la angustia, la tristeza, el duelo o el insomnio que devienen trastorno de ansiedad, depresión, síndrome del reposo. Se desemboca así en una invención de enfermedades.

Es lo que ocurre por ejemplo con el Déficit de atención con o sin hiperactividad (A.D.D. o A.D.H.D.) registrado como enfermedad en el D.S.M. en 1980, que se diagnostica a partir de una serie de fenómenos generales como son las dificultades en la concentración y la hiperactividad de las funciones motoras. Si el paciente presenta un número suficiente de ítems de una lista que el médico, maestro, o aún los padres evalúan subjetivamente, se diagnostica la enfermedad, que ya constituye una epidemia de proporciones estremecedoras.

Hallowell y Ratey, autores de "TDA: controlando la hiperactividad: cómo superarel déficit de atención con hiperactividad (ADHD) desde la infancia hasta la edad adulta" escriben:"Una vez que uno comprende la naturaleza del síndrome tiende a verlo por todos lados" [1]

Si la inquietud y desatención en los niños resultan tan frecuentes cabe preguntarse por qué calificarlas como trastorno. ¿No responden a la hiperactividad y sobrestimulación de la época? Los niños desatentos e inquietos aumentan en la medida en que padres y maestros sumergidos ellos mismos en la hiperatividad de la época tienen cada vez menos tiempo para compartir con ellos.

Por otro lado la generalidad de los fenómenos que engloba este síndrome determina que este diagnóstico recaiga sobre una amplia gama de patologías de la infancia. Las fronteras entre lo normal y lo patológico tienden a borrarse e indiscriminarse de modo tal de incluir el máximo de personas bajo el poder de la medicalización.

Sabemos que es la construcción social la que otorga el rótulo de enfermedad a una determinada condición que se califica como desviada de la norma. M. Foucoult plantea que la norma es el elemento que se aplica al cuerpo y la población para disciplinarlos y regularlos políticamente. En la modernidad, normal es alguien funcional a la sociedad. Cuando alguien se enferma ya no puede hacer frente a las tareas corrientes, se ha trastocado su rol, se ha desviado. La medicina funciona como la institución de control social de la desviación.

En la actualidad lo nuevo es que los que se constituyen como actores de este proceso, no son solamente los médicos, sino también la industria de los laboratorios y el marketing. Por otro lado se introducen falsas necesidades para mover los parámetros que determinan lo normal y lo patológico. Es así como surgen las Style life medicines, medicinas para el estilo de vida, que apuntan a un uso del medicamento para la calidad de vida. Este concepto de calidad de vida flota entre una idea de felicidad ligada a la idea de confort y una serie de valores promovidos en los medios de comunicación tales como la juventud, la actividad, la seguridad y el hedonismo.

Por otro lado, el sujeto contemporáneo, inmerso en procesos de creciente fragmentación social está sometido a ideales inéditos de autonomía y presionado a estar en un constante estado de performance. Frente a todas estas exigencias se propone el medicamento para responder a diversas situaciones cotidianas que exigen respuestas adaptativas, frente a las cuales el sujeto puede desarrollar ansiedad, decaimiento, cansancio.

Francis Fukuyama en "El fin del hombre- Consecuencias de la revolución Bíotecnológica"[2] plantea que el fenómeno cultural del Prozac y sus parientes responde a que este medicamento actúa potenciando la más fundamental de las emociones políticas: la autoestima o valoración de uno mismo. A partir de esta oferta la autoestima se convierte en un derecho y el Prozac en un fármaco de importancia política.

El Prozac guarda una inquietante semejanza con el soma de "Un mundo feliz", la novela de Aldous Huxley, donde se presenta como una especie de píldora de la felicidad.

Como Huxley plantea, la disciplina de la sociedad no se obtiene actualmente por la fuerza sino por la seducción. En efecto, la química actual ofrece la ilusión de abolir la tristeza, la locura, el stress, la enfermedad y el conflicto.

Si mañana, como plantea Fukuyama, una compañía farmacéutica inventase una pastilla de soma, cien por ciento huxleyana, que nos hiciera felices y nos ayudara a fomentar vínculos afectivos y sociales, sin ningún tipo de efectos secundarios, no está claro que alguien pudiera aducir motivos para que no se permitiera su consumo. Seguramente contaría con el apoyo de la comunidad psiquiátrica para declarar la infelicidad como enfermedad e incluirla en el D.S.M. junto con el A.D.D.

La Ritalina, nombre comercial del metilfenidato, droga utilizada para medicar el A.D.D., actúa directamente como un instrumento de control social sobre la conducta. Se trata de un estimulante del sistema nervioso central, relacionado con sustancias como la metanfetamina y la cocaína. Genera una sensación de euforia e incrementa los niveles de energía a corto plazo y permite una concentración mayor.

Estos beneficiosos efectos psicológicos explican su uso y abuso por parte de un número creciente de personas sin diágnóstico de A.D.H.D. En los años 90 la Ritalina se convirtió en uno de los medicamentos más consumidos en instituciones y universidades en cuanto los estudiantes se percataron de que los ayudaba en los estudios y a prestar atención en clase.

Estos ejemplos dan cuenta del desplazamiento de la idea de enfermedad a la de malestar, que propone el uso del medicamento no ya con el fin de curación, sino el de bienestar.

Sabemos que la resolución del malestar por la vía farmacológica cierra el camino a la pregunta por la causa y a la apertura de recursos subjetivos para tratarlo.

Las medicinas para el estilo de vida terminan redefiniendo lo que incomoda como anormal, conduciendo a la patologización de la vida cotidiana que se extiende hoy a la patologización de la infancia.

Biopolítica y medicalización

La medicalización, como plantea M. Foucoult [3] es una estrategia del poder político, que utiliza el saber técnico de la medicina para intervenir sobre los cuerpos y la población, con el fin de movilizar fuerzas, extraerlas y hacerlas obedecer a los requerimientos creados por los imperativos de la época.

La medicalización de la vida cotidiana extiende sus efectos disciplinarios y regularizadores sobre sectores cada vez más amplios de población y sobre aspectos cada vez más cotidianos y privados de la vida, que devienen objeto de interés político y público.

Lo que se destaca en esta corriente medicalizadora actual es la reducción de la vida a su basamento biológico. Lo que se recorta como malestar es remitido fundamentalmente a una causa biológica. Y es a partir de la biología que se buscan las medidas reguladoras y correctivas. La vida queda sometida según el decir de E,. Laurent al "dominio de cálculos explícitos".

La vida y la muerte han sido desde siempre fenómenos concernientes al poder político.

G. Agamben en su libro "Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida" [4] plantea que los griegos no disponían de un término único para expresar lo que nosotros queremos decir con la palabra vida. Se servían de dos términos: zoé, que expresaba el simple hecho de vivir común a todos los vivientes, y bíos, que significaba la forma o manera de vida propia de un individuo o grupo.

Lo que define a una vida como humana son los modos de vivir que no son nunca simplemente hechos, sino actos singulares no prescriptos por una biología. Precisamente por ello en tanto ser en potencia, el hombre puede elegir hacer o no hacer. El hombre es el único ser cuya vida está irremediablemente asignada a la felicidad y esto constituye inmediatamente a la forma de vida como vida política.

Pero el poder político se funda sobre la separación de lo que Agamben denomina la nuda vida es decir la vida separada de sus formas como corolario de la muerte En efecto, la vida natural, lo designado como zoé, aparece en el derecho como contrapartida de un poder del soberano. El soberano puede disponer excepcionalmente de esta vida, su poder se funda sobre la muerte: por ej. penalización judicial, guerras, epidemias, etc. Clásicamente el estado se ocupaba de garantizar las formas de vida y la vida natural, salvo las circunstancias excepcionales mencionadas, era políticamente indiferente, pertenecía al ámbito de lo privado.

Un viraje histórico se produce según la tesis de Foucoult con el advenimiento de la biopolítica en la modernidad. Éste consiste en la inscripción de la vida natural en el orden jurídico y político del estado nación. El biopoder funda el estado en la función de hacerse cargo de la vida, de ordenarla, multiplicarla, compensar sus riesgos delimitar sus posibilidades biológicas.

Agamben plantea que la novedad de la biopolítica moderna es que el dato biológico es inmediatamente político. La vida natural, que era el fundamento de la soberanía se convierte ahora en el sujeto-objeto de la política estatal. La separación de la vida natural que el soberano realizaba en ciertas circunstancias excepcionales cuando disponía de esta vida decidiendo la muerte, pasa a ser la regla. La estructura biopolítica fundamental de la modernidad se basa en la decisión sobre el valor o disvalor de la vida como tal. Permite que se pueda decidir suprimir el no valor, lo que funda la eutanasia. La eutanasia ejercida como poder político pone a un hombre en situación de tener que separar en otro hombre la zoé de la bíos y de aislar en él una vida a la que puede darse muerte impunemente. El nazismo es el exponente que en la modernidad da cuenta de los alcances de la politización de la vida natural. Es así como la biopolítica deviene tanatopolítica.

Pero no hace falta ir al extremo del nazismo para encontrar la separación de la nuda vida de sus formas, ya que esto es lo que se realiza en forma cotidiana por medio de representaciones pseudos científicas del cuerpo, de la enfermedad y de la salud. La medicalización de la vida cotidiana utiliza el saber sobre la naturaleza bioquímica del cerebro y de sus procesos mentales para manipularlo con finalidades de control político.

Las píldoras para controlar socialmente a los niños, por ejemplo, se proponen como más eficaces de lo que la socialización de la temprana infancia y el psicoanálisis lo han sido jamás.

La consideración del A.D.D. como trastorno neurobiológico- genético implica llevarlo a la cronicidad y de allí a la discapacidad. Esto tiene importantes consecuencias políticas y legales. Las asociaciones de A.D.D. en estados Unidos por ejemplo, han logrado leyes que lo declaran como una discapacidad. Los niños que lo padecen tienen derecho a servicios especiales de educación, tiempo adicional en los exámenes etc. Pero lo más destacable de esto es que se impone la biología como el principal determinante de la conducta, se exonera a los sujetos de la responsabilidad personal sobre sus actos, y a padres y maestros sobre su responsabilidad sobre las eventuales dificultades del niño.

Según Fukuyama en Estados Unidos ya se está medicando en forma desproporcionada a las comunidades minoritarias, pues existe el prejuicio de que padecen de mayores discapacidades de aprendizaje. El racismo como forma de ejercicio del bíopoder ya se perfila en el horizonte.

Finalizaré con la posición del psicoanálisis con respecto a la vida. Para el psicoanálisis la vida en el cuerpo viviente es condición de goce. El discurso analítico, reverso del discurso del amo, aísla y libera la vida del parlante de la mortificación a que conduce la imposición de modos uniformes de vida, para restituirla a la forma de vida singular que constituye el síntoma. El estilo de vida que propone el psicoanálisis lejos de eximir al sujeto de la responsabilidad sobre su goce, propone sacarlo de su dimensión autista para lograr hacer algo con él en el lazo.

Notas
1- Hallowell Edgard y John J. Ratey: TDA: controlando la hiperactividad: cómo superarel déficit de atención con hiperactividad (ADHD) desde la infancia hasta la edad adulta, Paidós, Barcelona, 2001.
2- Fukuyama, Francis: El fin del hombre- Consecuencias de la revolución Bíotecnológica Ediciones B, Barcelona, 2002.
3- Foucoult, Michel: Clase del 17 de marzo de 1976, Defender la sociedad, Fondo de cultura económica, Buenos Aires, 2008.
4- Agamben, Giorgio: Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Pre- Textos España, 1998.

5.11.08

El médico trata la hiperactividad, el logopeda se ocupa del fracaso escolar: ¿quién escucha al niño?



Por Beatriz Garcia Martinez.

Psicologa y psicoanalista en Madrid.


En los últimos años nos parece asistir a una epidemia de niños diagnosticados de hiperactividad. Muchos de estos casos son rápidamente medicados, sin demasiados trámites, a demanda de padres desbordados. Los padres son tranquilizados acerca del hecho de recibir el diagnóstico de hiperactividad y la consiguiente medicación con el argumento de que se trata de un trastorno muy común que antes no se diagnosticaba y por tanto no recibía el tratamiento adecuado, produciendo mucho sufrimiento que, por suerte, ahora puede ser evitado. De este modo se cierra rápidamente la cuestión de por qué tantos niños son hiperactivos en estos tiempos.

Por otra parte, encontramos también que hoy son una auténtica legión los niños enviados al logopeda para resolver problemas de índole escolar en la educación primaria o incluso en la infantil. Cualquier dificultad para seguir el ritmo de la clase puede conducir fácilmente a un diagnóstico de dislexia o simplemente a la suposición de algún déficit cognitivo con un vago origen neurológico, tal vez genético. Para el caso se prescribe un tratamiento reeducativo que redobla la acción de la escuela, de un modo, eso sí, más particularizado.

Ambas situaciones ponen de manifiesto una tendencia muy propia de nuestra época a cerrar las cuestiones antes de haber podido desplegarlas. Por sorprendente que parezca, los padres, lejos de angustiarse, a menudo se tranquilizan al escuchar que el problema de su hijo se llama síndrome de hiperactividad o dislexia. El diagnóstico en sí mismo es escuchado como una respuesta, ya no hay un malestar íntimo perturbador en su hijo, sino una enfermedad social que se trata con medicamentos o reeducación. En muchos casos incluso viene a confirmar algo que esperaban: yo tenía el mismo problema de pequeño, era muy inquieto, no podía concentrarme, era despistada, tardé mucho en aprender a leer, yo también me hacía pis…

Lo curioso es que la hipótesis que inmediatamente se acepta como cierta es que se trata de una trasmisión genética. No está en el ambiente la idea de que determinadas dificultades de los padres pueden aparecer en los hijos, no por vía genética, sino por identificaciones, profecías que se autocumplen o simplemente porque los hijos hacen síntomas con aquello que es una dificultad para los padres . Ni mucho menos flota en el aire la idea de que los síntomas de un niño, como los de cualquier persona, hablan de un malestar subjetivo que pide ser escuchado.

La idea de un déficit en el cerebro de sus hijos, que hace unos años hubiera resultado muy dolorosa para unos padres, hoy en día, a condición de ser pensada como un problema muy extendido entre la población, no es tanto fuente de angustia como de alivio: el problema está localizado y tiene una solución concreta. Es un hecho cotidianamente comprobado que muchos padres prefieren la hipótesis organicista como causa para los problemas de sus hijos antes que hacerse una pregunta por una posible causa de origen psíquico.

Aunque las razones no se agotan ahí, en buena parte esta inclinación de los padres responde a la oferta de solución que reciben desde aquellos que son interrogados en primer lugar acerca del problema de un niño: el médico y la institución escolar. Los médicos se constituyen cada vez más en dispensadores de fármacos. En general carecen del tiempo necesario para escuchar la demanda de unos padres preocupados y están cada vez más orientados a la exclusión de la subjetividad en sus consultas. Esto tiene consecuencias especialmente terribles en el caso de los niños, que no pueden expresar fácilmente su malestar y cuyo aparato psíquico en construcción necesita tanto de la palabra humanizante y orientadora.

Aún más terrible, si cabe, resulta que entre los profesionales de la educación y concretamente entre los orientadores y psicólogos de los colegios haya cundido masivamente el modelo cognitivo conductual de abordaje de los problemas infantiles, que bajo la apariencia de un tratamiento individualizado esconde lisa y llanamente la reeducación. La hipótesis que subyace es que el efecto de la educación ha sido insuficiente: repitámoslo más alto y más claro por si el niño no lo ha oído bien, tantas veces como sea necesario hasta que “entre por el aro”.Todos al logopeda. No importa si el niño presenta una puntuación totalmente normal o incluso muy alta en los tests de inteligencia. Necesita logopeda igualmente porque no se centra, no se organiza, o no entiende lo que lee, seguramente por una causa orgánica indefinida (problemas de maduración neurológica, disfunción cerebral mínima etc.), pero cierta.

Así, entre los fármacos y la reeducación se construye una pinza mortificante que estrangula la posibilidad de escuchar el malestar que hay tras el síntoma de un niño. Hoy, la práctica totalidad de los niños con algún problema escolar o de comportamiento son medicados o van al logopeda, o ambas cosas.

Cada época genera sus patologías, los modos en que se expresa el sufrimiento. Si el que recibe la demanda de alivio escucha desde un puro saber desubjetivado, la llamada corre el riesgo de repetirse indefinidamente. Cuando la llamada y la respuesta están en registros separados se instala un malentendido que se traduce en reiteraciones de actos médicos y desplazamientos del síntoma. Cuanto más se desubjetiva un síntoma, pretendiendo que se trata de un mal cuya causa es igual para todos, más se extiende la epidemia. Es lo que estamos viviendo.

Hay que tener en cuenta que, en primer lugar, el recurso inmediato a la medicación o la reeducación impide hacer un diagnóstico adecuado de la estructura clínica que está en la base. Un niño puede ser psicótico sin que eso se note a primera vista, sin alucinaciones ni delirios. Puede ser un niño que no para, muy agresivo, o un niño hipernormal que repentinamente no puede aprender porque se ha encontrado con algo que lo devuelve a su carencia simbólica fundamental. Medicar para la hiperactividad o llevar al logopeda en estos casos puede ser un error de graves consecuencias en un niño que necesita ayuda urgente a otro nivel.

Por otra parte, lo que parece olvidarse con gran facilidad en estos tiempos, es que el desarrollo psíquico de una persona no está marcado por lo biológico. Tener un cuerpo sano garantiza de el niño crezca en altura, pero su aparato psíquico se constituye a partir de las experiencias y palabras que lo rodean y ahí no hay garantías. El proceso por el que todo ser humano ha de atravesar para convertirse en un adulto “funcional” es extremadamente complejo y no es difícil encontrarse con detenciones del proceso cuando algo se complica debido a una variedad de causas.

Que un niño no pare de moverse o le cueste concentrarse hay que tomarlo, si no se demuestra lo contrario, como una dificultad de que el pensamiento (las palabras) consigan apaciguar lo pulsional que circula de manera loca por ese cuerpo. Hay que escuchar para averiguar qué ha causado la dificultad. Que un niño no pueda aprender puede estar condicionado por multitud de acontecimientos vitales que no han podido ser asimilados, desde el nacimiento de un hermano (hay dificultades en las operaciones matemáticas de suma y resta que se relacionan con la “adición” de un nuevo miembro a la familia), una muerte, una separación etc. Pero más allá de los acontecimientos concretos, para cada niño el saber escolar, para poder funcionar, ha de estar comandado por un deseo propio, una actitud activa, no sirve tragar conocimientos de forma pasiva porque el otro así lo quiere. Tiene, por tanto, que ver con los inevitables y a veces difíciles procesos de separación del otro familiar. El deseo del niño a veces se puede inhibir por muchas razones: por identificación a un padre que no triunfó en los estudios, por un exceso de demanda que genera una “anorexia escolar” , porque hay algo no dicho en la familia que ordena “no saber” o por cualquier otra razón que hay que darse el tiempo para averiguar.

Pero si convertimos cualquier problema en una cosa plana que solo necesita más insistencia de nuestra parte (tienes que portarte mejor, esfuérzate, puedes dar más), estamos negando la existencia del inconsciente y eso tiene consecuencias. A menudo con la bondad se pretende resolver el problema, por ejemplo a base de reforzar la autoestima: decir “creemos en ti”,“tu puedes” a un niño que no avanza en el colegio o no puede estarse quieto, no es más que una negación de la dificultad que el niño sabe muy bien que tiene. La autoestima mejorará cuando el niño encuentre la forma de enfrentarse a su dificultad por sus medios, no al revés.

Si el docente cree que las virtudes de la pedagogía son suficientes para hacer entrar el saber en el niño, para que éste consienta al aprendizaje, se decepcionará y tenderá a ser coercitivo con el niño. Si el psicólogo al que los padres acuden trabaja desde una perspectiva reeducadora, tratará de reforzar a un sujeto supuestamente autónomo que solamente fracasa por falta de confianza en sí mismo. Ambas posiciones van en la dirección de negar el conflicto.

La posición psicoanalítica se desmarca totalmente de la posición del maestro, y en eso se diferencia de la aproximación desde cualquier otra psicología. Para el psicoanálisis solo la escucha atenta del caso por caso permite averiguar lo que está en juego en un síntoma y ayudar al sujeto, adulto o niño, a posicionarse mejor. No desde la negación del problema, sino desde el esclarecimiento de las causas y de la implicación inconsciente del que sufre en su propio malestar.

Tratemos los problemas de forma humana, porque lo humano no se reduce a una maquinaria que funciona bien o mal. Un niño al crecer tiene que enfrentarse a todos los grandes problemas para los que no tenemos una respuesta escrita en los genes: la relación con el otro (amar, someterse o dominar, necesitarlo o ignorarlo), cómo ser hombre o mujer, el enigma absoluto de la muerte propia y la de los que queremos, para qué vivimos etc. Son temas frente a los que, sin saber bien cómo, el niño va tomando posiciones que le permitan avanzar, o bien se encuentra con una dificultad excesiva para los recursos de que dispone y entonces aparece un síntoma.

Entonces es el momento de acercarse al problema con el modo que nos es propiamente humano: la palabra. Acercarse desde la perspectiva de tratar con una maquinaria neuronal que se ha desequilibrado o de un animalito que no ha sido correctamente domesticado sólo puede desembocar en el retorno de lo peor: masas de adolescentes completamente desorientados en las próximas décadas, incapaces de decir nada de sí mismos, de dar cuenta de sus actos o siquiera de sus pensamientos, porque nunca hubo alguien que escuchara y considerara que en esos pensamientos particulares había algo que mereciera la pena ser escuchado. Por favor, impidámoslo, nos va el futuro en ello.


Beatriz García Martínez.

(beatrizgarcim@hotmail.com).

29.10.08

Taller de Psicoanalisis y Medicina

El 14 de Octubre nos reunimos en el taller de Psicoanálisis y Medicina, que forma parte de los Grupos de Investigación del Nucep (www.nucep.com). Le hemos dado el estatuto de Taller por un doble motivo:

1º) Para restarle la solemnidad que impone el termino "investigación" y que por el momento, en esta experiencia aún germinal, solo podría actuar como un imperativo paralizante.
2º) Porque queremos poner el acento en la creación de las condiciones propicias para que una serie de personas que pertenecemos al campo del psicoanálisis, al de la medicina o a ambos al mismo tiempo, podamos encontrar un espacio donde hablar de los problemas clínicos que nos acucian, las reflexiones que nos suscitan y también de la teoría que puede venir a esclarecernos.

La medicina tiene siglos de historia, el psicoanálisis nació hace poco mas de cien años, pero ambos necesitan una puesta a punto permanente y acorde al cambio de los tiempos y, consecuentemente, a la transformación de los síntomas que de ello se deriva.

La apuesta, entonces, es que podamos generar un espacio común entre psicoanálisis y medicina, pues a fin de cuentas las dos disciplinas se ocupan del sufrimiento de ese sujeto que habla, también llamado ser humano.

Partiendo de la base de que el único cuerpo que el ser humano puede sentir como propio es aquel que está enredado por el lenguaje, afirmamos que cualquier intento de separar el organismo, en su pureza, del ámbito contaminante de la palabra está condenado al fracaso. Ni nuestros sufrimientos, ni nuestras satisfacciones escapan a la acción del lenguaje. Es por este motivo que cada época con el discurso que le es propio, produce nuevas respuestas sintomáticas con sus epidemias características (patologías de la imagen, adicciones, fibromialgias, etc).

Con este enfoque del Taller, tuvimos nuestra primera reunión el martes 14 de octubre. La cantidad de participantes, numerosa, y la mayoría de ellos médicos de distintas especialidades, dibuja un panorama heterogéneo en el que todos podremos nutrirnos de las distintas aportaciones clínicas de los demás.

Un eje común nos servirá de guía para no perdernos en nuestra trayectoria: la conferencia de Jacques Lacan sobre Psicoanálisis y Medicina.

El Taller, como dijimos antes, se plantea como una experiencia inicial cuyo primer objetivo es crear las condiciones de un trabajo común. Fue interesante, al respecto, las diferentes visiones que se manifestaron, pues mientras unos veían una linea de continuidad entre la medicina y el psicoanálisis, otros hablaban de lineas asintoticas e incluso paralelas. Quedó claro que la función del medico no consiste en convertirse en psicoanalista de sus pacientes, sino en conocer los fundamentos de la subjetividad y el malestar humano para que pueda acoger de otro modo la demanda que se le dirige. Eventualmente, su escucha de la causalidad psíquica debe permitirle orientar al paciente hacia un tratamiento propiamente psicoanalítico.


Se habló también de la preocupación por las nuevas generaciones de médicos a los que se les adoctrina para cumplir una tarea fundamentalmente científica, lo que se traduce en su nulo interés por nada que vaya más allá de las mediciones objetivas. Se está perdiendo, por otra parte, la función tradicional del medico en aras del ideal técnico y paradojicamente el semblante del profesional de la medicina es cada vez más denostado y hasta atacado por los usuarios de sus servicios. Convertido en un mero expendedor de medicamentos algún participante mostró el malestar que esto produce y la necesidad fundamental de encontrar un discurso que les permita trabajar con un nuevo horizonte clínico.


Muchos son los temas que hemos proyectado abordar a lo largo de las ocho reuniones que tendremos durante este curso 2008-2009. La concepción del cuerpo, tal y como es planteada por Jacques Lacan, será el pivote al rededor del cual giraran tanto las exposiciones teóricas como las presentaciones clínicas.

La próxima reunión, donde comenzará propiamente el trabajo del Taller, tendrá lugar el martes 11 de noviembre de 19,30 a 21 horas.


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20.10.08

La "Otra Psiquiatría".

"El delirio es una tentativa de curación, y la persecución, la única compañía del paranoico". Lo dijo Sigmund Freud y se trata de una afirmación en la que los profesionales que practican la Otra psiquiatría creen a pies juntillas. Se distancian del maridaje actual entre la psiquiatría y la farmacología y defienden que los pacientes son sujetos singulares a los que es necesario guiar. En definitiva, defienden la revitalización y extensión del ahora tan polémico psicoanálisis partiendo de su ejercicio en las instituciones públicas sanitarias.

Sigmund Freud revolucionó la clínica psiquiátrica, que durante la primera parte del siglo pasado se ocupó de la estructura de la locura y de buscar sus causas. Sin embargo, hoy el discurso farmacológico ha logrado imponerse y los pilares de la psiquiatría son el tratamiento biológico y la terapia cognitivo conductual. La receta de la Otra psiquiatría consister en combinar los fármacos con un tratamiento oral, que devuelva al demente su individualidad y la responsabilidad sobre su locura."En la Otra psiquiatría confluye la amistad, el interés por el estudio de la psicopatología psicoanalítica y el trato con el loco. No es ninguna asociación, no tiene miembros ni socios", describe José María Álvarez, especialista en Psicología Clínica del Hospital Psiquiátrico Doctor Villacián, de Valladolid, escritor y uno de los mentores de este movimiento. "Nuestro punto de vista -continúa- es que dentro de cada loco hay alguien que trata de reequilibrar su locura. Por tanto, no es un ente abstracto, sino un sujeto singular al que hay que guiar y apoyar en su propio trabajo de recuperación".

La clave de este pensamiento y de esta manera de trabajar es que el loco es responsable de su locura y de aceptar ayuda . "Nosotros defendemos que se puede generalizar la oferta porque son pacientes graves pero pueden elegir. De todas formas, muchas veces no quieren; yo soy psiquiatra de la Seguridad Social en Vigo y recibo 20 pacientes al día, de los cuales la mayoría sólo quieren pastillas", explica Pepe Eiras, psiquiatra del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi). José María Álvarez matiza: "Hay dos tipos de tratamiento: uno busca que la gente siga dormida y no piense en nada, y otro intenta que despierte y sepa algo de lo que le pasa. Nosotros creemos que esta segunda vía es la mejor, pero respetamos a los que no quieren saber nada".

Historia del movimiento.
Las personas vinculadas a la Otra psiquiatría son psicoanalistas, psiquiatras y psicólogos clínicos que trabajan en servicios públicos de Salud Mental. Orientados por la enseñanza de Lacan, estos especialistas apuestan por la revitalización y extensión del psicoanálisis en las instituciones públicas sanitarias. El movimiento surgió hace unos años en el Hospital Doctor Villacián, de Valladolid. Junto a José María Álvarez, desempeñaron un papel muy relevante Fernando Colina y Ramón Esteban. En 2004, la iniciativa superó el ámbito local cuando se sumaron Pepe Eiras y Chus Gómez, actualmente jefa de sección del Hospital Doctor Cabaleiro Goás, de Toén (Orense), una de las instituciones públicas españolas en las que se ha implantado un método diferente.

No al antojo comercial.
Estos especialistas opinan que la psiquiatría actual gira en torno al positivismo científico y que ha dado la espalda al deseo de saber sobre la locura, enterrando la curiosidad y despreciando la inteligencia. A su juicio, hoy la industria farmacéutica dicta a su antojo comercial las vicisitudes y el modelo de los síntomas. "No es que aquí hagamos psiconálisis, sino que la escucha psicoanalítica orienta el trabajo en equipo", aclara Chus Gómez sobre los métodos del hospital psiquiátrico de Orense. Se trata de un abordaje que respeta la particularidad de cada persona, que no se queda en la superficie sino que se adentra en la historia vital del paciente. Gómez explica cómo se trabaja en Toén: "Mi escucha está orientada por el psicoanálisis. Tratamos de insertar la biografía del paciente en lo que ocurre, de hablar, de escuchar; intentamos el trato, el pacto".Cuando hablan de resultados, no tienen dudas: "A nivel estadístico, algunos estudios internacionales indican que con este tipo de terapia -fármacos más tratamiento por la palabra- los resultados son un 50 por ciento mejores", asegura Pepe Eiras.Uno de los principales beneficios "es que el paciente está más conforme consigo mismo, sufre menos y sus síntomas le permiten vivir mejor", añade José María Álvarez. También aumenta su capacidad de relacionarse con los demás haciendo posible su salida de un centro psiquiátrico. Sin embargo, Gómez advierte de que "no todos los pacientes pueden hacer algo con su locura”. En este sentido, Eiras resalta que estas terapias requieren de un mayor compromiso por parte de los enfermos, lo que no es fácil de conseguir.
De todos modos, la práctica de la Otra psiquiatría se traduce no sólo en el estado de los pacientes sino en la dinámica de las instituciones y en el ambiente que se respira cuando se cruza la puerta de entrada. "Toén es hoy un hospital psiquiátrico moderno", insiste Eiras. Salvo las rejas colocadas en las ventanas, nada hace recordar el rancio ambiente de esos viejos psiquiátricos tantas veces llevados al cine en este complejo abierto en 1959 y en cuyo recorrido las sensaciones no distan mucho de las que surgen cuando se transita por cualquier centro hospitalario.Como en otras muchas instituciones psiquiátricas, Toén se regía en el pasado por un discurso cerrado, resistente al cambio y apegado a las normas. La influencia de la Otra psiquiatría ha provocado un giro que posiblemente ya no tiene retorno. "Los pacientes están más apaciguados y vivos; la institución se ha dulcificado", confiesa satisfecha pero con discreción Gómez, quien no tiene dudas de que el ambiente hospitalario tiene una repercusión en los enfermos.
Pero existen cifras y datos concretos. Los pacientes necesitan menos medicación y, por ejemplo, en el último año la institución orensana ha ahorrado 20.000 euros en fármacos. Se pueden externalizar un número considerable de pacientes y, de hecho, en los últimos doce meses han abandonado el hospital alrededor de 30 personas, algunas con 10 y 15 años de antigüedad; el caso más llamativo es el de un paciente que llevaba viviendo entre estas paredes 39 años. Prácticamente han desaparecido las contenciones mecánicas y se han reducido tanto los reingresos como los pasos al acto (intentos de fuga, consumo tóxico, etc.)."Los pacientes toman sus propias decisiones"Alcira Cibeira es una psiquiatra joven que hace dos años terminó su residencia en el Servicio de Psiquiatría del Complejo Hospitalario de Orense.
Como los demás, en ese período de aprendizaje realizó una rotación de cuatro meses en Toén. "Todo el mundo trataba de que el mes de vacaciones coincidiese con esta rotación y estar lo menos posible aquí", reconoce esta especialista que ahora forma parte del equipo de psiquiatría de este centro. "Yo pensaba en pacientes crónicos, no rescatables, así que cuando Chus Gómez me llamó para que me incorporase al proyecto dije que no", recuerda. Pero cambió de opinión: "Me sorprendió su manera de trabajar, me quedé alucinada con su forma de tratar a un paciente conflictivo".
Cibeira asegura que se han producido muchos cambios, algunos muy sutiles y otros muy radicales: "Desde que algunos pacientes dejaron de beber de manera compulsiva hasta que ahora ellos toman sus propias decisiones, tienen más margen de maniobra".

Vocacion docente.
Hay que destacar que la Otra psiquiatría es una iniciativa con una vocación docente, ya que en los servicios hospitalarios de las instituciones públicas se forma a futuros especialistas en Psiquiatría y Psicología Clínica (MIR y PIR). Así, el Hospital Cabaleiro Goás imparte un seminario de psicoanálisis cada dos semanas, en el que participan prácticamente todos los residentes del área de Orense y también de otras áreas sanitarias próximas.'Loco' describe una manera de entender el mundo
Los profesionales vinculados a la Otra psiquiatría abogan por la recuperación de algunos términos, una muestra más de una concepción distinta de la Psiquiatría. Siempre se refieren a sus pacientes como "locos" porque defienden que es una palabra muy digna que atribuye a la persona una manera de entender el mundo. "Hablamos de loco, pero no en sentido peyorativo, sino para devolverle su dignidad", explica Chus Gómez.Lo mismo ocurre con "histeria".
José María Álvarez recuerda que es uno de los términos médicos y clínicos más antiguos de la historia de la humanidad y que el lastre que tiene de injurioso ha acabado con el concepto. "Sin embargo, es un término muy específico y que tiene una utilidad clínica indudable. Histeria quiere decir insatisfacción y la apuesta de una persona por seguir insatisfecha. Es una palabra que no tiene nada que ver con estar de los nervios o con que la vida te desborde y te pongas a gritar".

Maria Lagoa, referido en Diariomédico.com

12.10.08

Entrevista a Luis Salvador López Herrero.








«Todos tenemos una imagen ficticia construida a lo largo de la vida»





Luis Salvador López Herrero
Médico, psicoanalista y escritor




El escritor leonés José María Merino ha presentado en El Corte Inglés el libro de este psicoanalista, titulado "Mito y poesía en el psicoanálisis. Una experiencia a lo real".

Médico de atención primaria, Luis Salvador López Herrero cree en el poder curativo de las palabras. Lleva años profundizando en el psicoanálisis y, fruto de ello, es su nuevo libro, titulado Mito y poesía en el psicoanálisis. Una experiencia a lo real, que se ha presentado en El Corte Inglés de la mano del escritor José María Merino, el psicoanalista Gustavo Dessal, la escritora Cristina Peñalosa y el propio autor.
López Herrero, autor del ensayo "La cara oculta de Salvador Dalí", asegura que nadie es lo que parece...-

¿Es posible curar con las palabras?-
Por supuesto. Que las palabras alivian el malestar humano es una hecho conocido desde la antigüedad; sin embargo, no sabíamos cómo lo conseguían. Justamente, el psicoanálisis descubriría con Freud y Lacan que es porque los síntomas están estructurados a base de palabras, por lo que la propia palabra puede resolver el síntoma.-

Excepto Woody Allen, que siempre habla de su psicoanalista en todas sus películas, ¿no cree que el psicoanalista está denostado?-
Pero ¿cómo insistir nuevamente en que el psicoanálisis está denostado cuando todos los medios y foros no dejan de hablar de él? Mi impresión es que tanto Woody Allen como nuestra sociedad actual no pueden desprenderse del influjo del psicoanálisis, porque hay un punto de verdad en su discurso. Además, en nuestro país, siempre se ha querido enterrar al psicoanálisis sin haber conocido suficientemente su mensaje.-

El psicoanálisis es una labor de años y la gente suele querer resultados inmediatos, ¿cuál es su experiencia? -
No es cierto que el psicoanálisis no consiga resultados, llamémosles rápidos. Hay pacientes que alcanzan en pocas entrevistas un alivio de su malestar e incluso una orientación franca a su problema. Lo que sucede es que un analista no se deja seducir por los efectos rápidos de un tratamiento, sino que pretende conseguir una relación distinta del sujeto con ese modo de sufrir que ha precipitado su malestar inicial. Y esto lleva su tiempo.-

¿Cuál es el fin último del psicoanálisis: ser más feliz o simplemente conocerse uno mismo?-
El conocimiento de uno mismo a lo largo de la travesía analítica es una consecuencia de la experiencia, no un fin en sí mismo. Lo más importante es alcanzar una relación diferente con la vida y su malestar. Porque para nuestros pacientes la vida o el hecho de vivir es un problema. En este sentido, el psicoanálisis es un instrumento que ayuda a vivir y a disfrutar la vida de un modo completamente distinto.-

Parece lógico que alguien que cree en el poder curativo de la palabra escriba un libro, ¿es esta la finalidad de su ensayo «Mito y poesía en el psicoanálisis»?-
Es cierto que para mí la escritura es un instrumento que me ayuda a disfrutar la vida y a paliar su propio malestar. Sin embargo, mi intención ha sido querer transmitir mi experiencia con el psicoanálisis después de tantos años dedicado a él. En este sentido, es un texto donde, de modo crítico, interrogo al psicoanálisis y su experiencia para indagar cómo y por qué cura y de qué cura verdaderamente.-

¿Qué tiene que ver la poesía con el psicoanálisis?-
Me gusta denominar al paciente, ya en análisis, como sujeto supuesto poeta. ¿Por qué? Pues porque cree en el valor de las palabras, en el equívoco que éstas pueden producir, en sus propias resonancias, en el valor de las metáforas...

¿No es esto mismo lo que se consigue en la poesía con el juego de las palabras y su encantamiento?-¿Le gustan más los relatos de José María Merino o los que le cuentan sus pacientes?-
Sinceramente, me seducen y divierten más los relatos de mi amigo José María. Las narraciones de mis pacientes son escuchadas más bien desde una atención rigurosa que busca desvelar esa verdad que resuena entre las palabras.-

¿La relación psicoanalista-paciente es para toda la vida?-
No necesariamente. Es más, un análisis lacaniano camina hacia la disolución de esa relación a través de lo que se denomina el fin de análisis. Lo que sucede es que hay pacientes que por su gravedad con la vida precisan de un encuentro indefinido con un analista. No obstante, en medicina hay muchas enfermedades que requieren un seguimiento de por vida y nadie repara en esto.-

¿El psicoanálisis es para gente corriente o sólo para individuos con personalidades «torturadas»?-
¿Quién ha dicho que la «gente corriente» no se siente y vive de forma torturada en silencio? La ansiedad, la tristeza, las dificultades con la vida, las problemáticas de pareja, las preguntas por el hecho de vivir... Todo ello es un modo de tortura cotidiana para muchas personas que bien podría apaciguarse, de alguna forma, con un tratamiento analítico, es decir, hablando e interrogando sus problemas.-

¿Tiene el «vicio» de psicoanalizar a todo el mundo?-
En absoluto. Aunque es cierto que el trabajo de analista te permite captar de forma sutil muchas cuestiones, sin embargo, en mi caso, solamente trabajo y analizo en mi consulta.-

¿Nadie es lo que parece?-
Efectivamente, el supuesto ser no es la imagen, pero el problema es que no sabemos quien somos verdaderamente. En este sentido, todos tenemos una imagen ficticia (el yo) que ha sido construida a lo largo de la vida. Lo interesante es que la manera en cómo los demás nos perciben igualmente está influenciada por esa lente ficticia que configura las imágenes. Todos estamos insertados en un mundo de imágenes ficticias. Y para conocer algo de esa verdad que está en juego y que nos hace sufrir, uno puede acudir a un analista.

entrevista recioguda de http://www.diariodeleon.es/se_cultura/noticia.jsp?CAT=114&TEXTO=7185412

20.9.08

TALLER DE PSICOANALISIS Y MEDICINA


El próximo mes de Octubre iniciamos la realización de un Taller cuyos contenido publicamos. Interesados podeis escribir a scastellanosmarcos@hotmail.com .
Se trata de un taller de trabajo, de estudio, para aquellos que se interesan por los temas de frontera entre el psicoanalisis y la medicina, en el que puede participar cualquiera que lo desee, no hace falta ser un experto en la materia.

Clínica del Cuerpo: la función del médico y del psicoanalista

A medida que se desarrolla la biotecnología y la esperanza de vida es mayor, los pacientes consultan más por problemas derivados del stress, las dificultades vitales, la violencia o la crisis de valores e ideales, que son sin lugar a dudas nuevos malestares de la civilización. Frente al malestar de la época cada sujeto encuentra un modo de respuesta particular a través precisamente de sus síntomas, esos que finalmente serán dirigidos al médico bajo la forma de una demanda.

El médico se encuentra dividido entre su condición de representante del discurso universal de la ciencia y su posición de interlocutor de la demanda personal del enfermo, lo que implica una seria dificultad pues "no es fácil servir a dos amos a la vez" (S: Freud).

Jacques Lacan participó en 1966 en una mesa redonda en el hospital parisino La Salpetriere bajo el lema “El lugar del psicoanálisis en la Medicina” y en su intervención anticipó muchos de los problemas de la actualidad: “Es en el registro del modo de respuesta a la demanda del enfermo donde está la posibilidad de supervivencia de la posición propiamente médica…cuando el enfermo es remitido al médico o cuando lo aborda, no digan que espera de él pura y simplemente la curación. Coloca al médico ante la prueba de sacarlo de su condición de enfermo, lo que es simplemente diferente, pues esto puede implicar que él esté totalmente atado a la idea de conservarla. Viene a veces a demandarnos que lo autentifiquemos como enfermo; en muchos casos viene, de la manera más manifiesta, para demandarles que lo preserven en su enfermedad, que lo traten del modo que le conviene a él, el que le permitirá seguir siendo un enfermo bien instaurado en su enfermedad….” 
“no es necesario ser psicoanalista, ni siquiera médico, para saber que cuando cualquiera, nuestro mejor amigo, sea hombre o mujer, nos pide algo, esto no es para nada idéntico, e incluso a veces es diametralmente opuesto, a aquello que desea…”

Lacan denuncia los efectos que el progreso de la ciencia provoca en la relación de la medicina con el cuerpo y no duda en darles el estatuto de "falla epistemosomatica", pues se construye un saber que desconoce que el cuerpo humano es algo más que una maquinaria orgánica. El clínico es conducido a aplicar con criterios de eficiencia su saber a los cuerpos enfermos y olvidar la verdadera demanda que funda la función medica: la demanda que parte de la voz del que sufre. El psicoanálisis viene a ocupar un lugar esencial en esa falla que deja el discurso científico, recordándole al médico que no trata con cuerpos sino con sujetos.


En la práctica clínica nos enfrentamos cada vez más a los síntomas y trastornos llamados contemporáneos, como las adicciones, la anorexia-bulimia, las crisis de pánico, la fibromialgia, los síndromes dolorosos crónicos, que nos obligan a conocer la causalidad subjetiva o quedar condenados a la impotencia medica. Desde esta perspectiva, los participantes en este taller, desde sus diferentes experiencias clínicas, pretendemos a través del estudio de textos y de casos clínicos, interrogar y abordar los puntos de intersección de la práctica del psicoanálisis y de la medicina.

Los encuentros se realizaran los segundos martes de cada mes de 19.30 a 21 horas. La asistencia es gratuita.
Fecha de Comienzo: 14 de octubre 2008


Coordinación: Santiago Castellano de Marcos y Joaquín Caretti Rios
Responsable: Rosa Mª López
Dirección: C/Gran Vía, 60 2°izquierda – 28013 Madrid
Teléfono: 91 559 14 87 
E www.nucep.com







1.7.08

Problemas de aprendizaje y psicoanalisis.


autor: Ana Ruth Najles.
Editorial: Grama.

es Analista Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) en Argentina y docente de Instituto Clínico de Buenos Aires. Autora de otros libros: Una Política de psicoanálisis con niños (1996) y el niño globalizado. Segregación y violencia (2000).

Publicamos el prólogo del libro escrito por Gustavo Dessal.


PRÓLOGO
La afirmación de Jacques-Alain Miller de que “no hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización”, afirmación que complementa su ya célebre “no hay clínica sin ética”, es la guía inspiradora de todo el recorrido que Ana Ruth Najles nos presenta en su última obra, “Problemas de aprendizaje y psicoanálisis”. En el fondo, se trata de la certidumbre que acompañó a Lacan durante toda su vida y su enseñanza: ser freudiano implica no desentenderse del horizonte de la época que a cada analista le toca vivir.
La nuestra, lo sabemos, está cargada de malos presagios, no sólo para el psicoanálisis, sino para un modo de pensar el ser, lo cual es mucho más grave. Porque si bien podemos estar seguros de que lo real del síntoma siempre acabará imponiéndose a cualquier sistema de domesticación, nada garantiza que la demanda siga encontrando el camino hacia la escucha analítica. La ideología científica, que es la ideología del ente, es el nuevo espejismo en el que la era actual quiere reflejarse, y nada puede detenerla. Hace pocos días el Ministerio de Sanidad español anunció la creación de un Banco de Cerebros que acogerá donaciones de dichos órganos, destinado a la investigación de las enfermedades mentales, y que estará dotado de un presupuesto varias veces millonario. Que nadie se asombre de que esta empresa delirante y reaccionaria esté promocionada por un gobierno socialista. La “política de las cosas”, como denomina Jean-Claude Milner al programa de aniquilación de la política y su paulatina sustitución por el totalitarismo de las leyes del mercado, ya no conoce diferencias entre la derecha y la izquierda. Es por ello que sólo desde una perspectiva psicoanalítica pueden postularse unas bases para repensar lo político, más allá de las categorías tradicionales que se disuelven en el caldo infame de la globalización del sufrimiento.
La Historia, ese discurso que nos hace creer que la historia tiene algún sentido, nos devuelve en la actualidad una tremenda paradoja. Como nos lo recuerda este libro, “madre”, “padre”, “niño”, no son otra cosa que significantes, como lo son también “hombre” o “mujer”. No designan ninguna esencia, sino tan sólo posiciones referidas al Discurso del Amo. Constituyen polos de significación en los que sedimentan los restos de la cultura, semblantes que organizan la distribución de los goces y las palabras. El niño, esa majestad que reina sobre el narcisismo de los padres para mayor gloria de su desesperanzada falta en ser, es un producto de la Ilustración, como demostraron los estudios de Philip Aries y otros autores. Producir ese nuevo significante amo constituyó sin lugar a dudas un avance en la civilización, una conquista que debemos a la cultura occidental. Basta con echar un vistazo hacia aquellos lugares del planeta que no han conocido ese salto de la historia para advertir que las desgracias de los niños se inscriben en un modo de lazo social que desconoce el concepto de infancia. El niño en la India, en el África subsahariana, en amplias regiones del sureste asiático, comparte el mismo destino de desecho que sus padres. La paradoja de Occidente es que tras haber extraído el significante niño del discurso, creó las condiciones para que los adultos desaparecieran. Después de un breve respiro de la Historia, los niños de occidente vuelven a estar abandonados, porque sus padres, convertidos ellos también en niños inocentes, ya no saben qué hacer con sus hijos.
En época en la que yo mismo era un niño, y para expresarlo en el lenguaje al uso de aquel entonces, tarde o temprano debíamos enfrentarnos a la temible pregunta: “Y vos, ¿estás avivado?”. Estar “avivado”, en esa época, significaba básicamente dos cosas: 1) que los Reyes Magos eran los padres; 2) estar iniciado en los misterios de la castración. En suma, estar “avivado” era una forma de interrogar la relación del sujeto con el matema de A tachado. ¿Qué significa en la actualidad “estar avivado”, cuando sabemos que los Reyes Magos son los niños, reyes sin reino ni blasones, abandonados al capricho de su demanda, y que la castración es una probabilidad evitable? Preguntémosle a Ana Ruth Najles, preguntémosle a su nueva obra, que no sólo se ocupa de examinar al sujeto en tanto significante niño en la posmodernidad y en la cura analítica, sino también de examinar cuáles son los compromisos que un analista debe tomar en el lazo social para que su acción pueda añadir al menos un pequeño obstáculo a la tremenda idiotez que se apodera de la civilización. Porque si Hanna Arendt (otra Ana) supo demostrar que la banalidad es el rostro del Mal, nuestra época nos devuelve la idiotez como faz del Bien, de ese Bien Común que los tecnócratas, los políticos, los economistas y todo ese gran ejército de expertos y peritos sin vergüenza nos presentan como programa de la felicidad universal.
A través de numerosas referencias teóricas y clínicas, extraigo sin permiso de la autora una tesis que ella podrá aceptar o refutar, pero que en cualquier caso no habría sabido iluminar sin la lectura de su libro: se ha vuelto un lugar común la idea de que, para el niño, el deseo parental ocupa el lugar del gran Otro, ante el cual la inevitable pregunta “Que vuoi” se erige temblorosa y definitiva. Ahora es necesario invertir la dirección, y reconstruir la lógica que el psicoanálisis con niños nos plantea: el deseo, el enigmático deseo del Otro, es el deseo del Niño. Lejos de “his majesty the baby”, el niño como falo soberano, se trata de llevar la cuestión hasta el límite en el cual el niño se nos aparece como unheimlich, como lo verdaderamente Otro, como lo imposible de subjetivar en la demanda parental. Es lo que Najles denomina “saber con qué objeto nos hablan los padres”, cuál es el referente real de sus dichos, en lugar de sucumbir, como analistas, a la horrorosa fascinación de la escena primaria que nos es puesta en bandeja cuando recibimos a los progenitores preocupados por sus hijos.
En la era de la inocencia, (véase “La tentación de la inocencia” de Pascal Bruckner, Anagrama, Barcelona 1996) en la época del sujeto-víctima, la posición del analista no resulta fácil. Desde que Freud nos brindara su pequeña viñeta clínica conocida como “el caso Emma” en el Proyecto de Psicología para Neurólogos, ha pasado más de un siglo. La pequeña Emma, a quien Freud consideró responsable de volver a la tienda del pastelero seductor en búsqueda de una satisfacción que muchos años después le retornaría bajo la forma de un síntoma, ingresaría hoy en día en la categoría de víctima de acoso sexual, y posiblemente formaría parte de un programa de algún Instituto de la Mujer destinado a la degradación del falo. Por supuesto, no se trata de desconocer que el niño es, ante todo, un objeto, un objeto de amor, pero también un objeto pulsional, un agalma y un desecho, más bien lo último en demasiadas ocasiones. Pero lo que Ana Ruth Najles nos enseña a lo largo de sus capítulos es que en la cura analítica el sujeto es siempre responsable de su goce, más allá de su edad, lo que no significa olvidar que también puede ser víctima de la oscura voluntad del Otro.
El niño enloquecido, el niño tonto, el niño triste, el niño “fracasado”, y tantas otras figuras de la desdicha del hablanteser son deconstruidas en este libro para devolverle al sujeto la dignidad del inconsciente. Ese sujeto que la modernidad ha reducido a la bulimia de la mercancía está enfermo. No sólo enfermo del lenguaje, como lo ha estado siempre, sino enfermo del deseo. Esa enfermedad, el único valor que la globalización volverá auténticamente universal, no tiene cura. Por eso la religión católica tiene el porvenir asegurado, porque no habrá otro camino que la culpa para poner un freno al desprecio moderno de la castración. Entre ciencia y religión, si acaso una pequeña hendija de luz es posible abrir entre tanta oscuridad, el analista de hoy tiene también su responsabilidad. Digamos el de hoy, porque no sabemos si en el futuro podremos decir, como hace veinte años lo anunciara Michel Silvestre en el título de su libro, “mañana el psicoanálisis” .

16.6.08

Instituto de Psicoanalisis y Medicina: Clinica de la Mujer.

Programa de atención a los problemas psicosomáticos de la mujer

El Instituto de Psicoanálisis y Medicina (www.institutodepsicoanalisisymedicina.es; 91.5737369) propone un proyecto de colaboración con ginecólogos y obstetras dirigido al tratamiento de los fenómenos psicosomáticos con los que estos médicos se encuentran en la consulta con sus pacientes. Entendemos que ante el médico se despliegan problemas psicosomáticos que exceden el marco estricto de su práctica pero que, numerosas veces, constituyen el motivo de la consulta. Son síntomas que no se dejan tratar farmacológicamente, o no sólo con fármacos, sino que requieren de una atención especializada que permita abordar lo que excede a la función médica. Se hace necesaria entonces una escucha por parte de profesionales formados en la clínica de estas manifestaciones psicosomáticas. De esta forma se puede ofrecer a las pacientes una atención integral, tomando en cuenta los aspectos psicológicos de los problemas que la hacen acudir al médico. Se trata de contar con una herramienta complementaria para aquellos casos en los que el ginecólogo lo considere necesario.

Pensamos que la actuación de los profesionales del Instituto de Psicoanálisis y Medicina podría ser útil en los siguientes campos:

Menopausia

En esta época de la vida aparecen una serie de molestias -sofocos, insomnio, cansancio, disminución de la libido, dolores óseos, problemas en las relaciones sexuales- que tienen que ver con la desaparición de la función reproductora y las modificaciones hormonales. Pero estos malestares sobrepasan el marco específicamente orgánico y requieren de un espacio específico que permita poner en juego lo que cada mujer siente con los cambios que se producen en ella y poder abordar cómo afecta esto a su feminidad.

Sexualidad: dispareunia, frigidez, vaginismo

Muchas veces el ginecólogo es consultado por estos problemas de clara matriz psicológica que afectan la esfera sexual y que hacen la vida más difícil. La posibilidad de hablar con un especialista sobre estos síntomas y desplegar lo que de la posición femenina se juega en ellos, favorece su resolución.

Psicoprofilaxis quirúrgica

Sabemos que toda intervención quirúrgica provoca una situación de angustia por las implicaciones que tiene sobre el cuerpo de la mujer y por las fantasías que produce en relación con la muerte y la sexualidad. También sabemos que si la angustia es importante, puede influir sobre la recuperación postoperatoria, extendiendo los tiempos de alta y generando dificultades a más largo plazo. Un abordaje prequirúrgico focalizado y de corta duración puede favorecer una posición subjetiva más tranquila y lúcida ante la cirugía, con efectos benéficos en el postoperatorio.

Infertilidad

La fertilidad femenina es un proceso complejo en el que se encuentra interesado no solo el cuerpo biológico sino también numerosos factores psíquicos. El abordaje de los mismos, el explorar el deseo de un hijo, puede contribuir favorablemente con el embarazo. Asimismo, en aquellos casos en los que se decida realizar un tratamiento de fertilización, es conveniente que exista un espacio para hablar de los temores, frustraciones y dificultades de las mujeres, lo cual les permitirá atravesar este difícil proceso de forma más satisfactoria.

Amenorrea - Problemas de alimentación

Los problemas de la alimentación pueden ser fuente de consulta al ginecólogo en relación con desarreglos menstruales y con el desarrollo como mujer. Están claramente establecidos sus aspectos psicosomáticos, por lo que se beneficiarían de un tratamiento conjunto médico-psicológico.

Depresión puerperal

Este cuadro, que se produce ante la llegada de un hijo, aflige a la familia por lo rara que se hace la tristeza en un momento de esperada alegría. Pero sabemos que es una respuesta a la extrañeza que le produce a la madre la llegada de este nuevo ser. Un abordaje precoz de esta manifestación puede ayudar a la madre a simbolizar al hijo, haciendo que el fenómeno depresivo encuentre vías de resolución.

Psicooncología

Desde mediados del siglo XX son conocidos los efectos del trabajo psicológico en los resultados de recuperación y supervivencia en relación a problemas oncológicos. Por ello pensamos que las pacientes con esta problemática se beneficiarían de un espacio donde trabajar los factores subjetivos relacionados con la enfermedad.

Por lo anteriormente expuesto, esperamos que nuestra oferta de colaboración sea de interés para realizar un trabajo coordinado, desde un enfoque integral, que tenga en cuenta el anudamiento entre lo orgánico y lo psíquico.

INSTITUTO DE PSICOANÁLISIS Y MEDICINA


31.5.08

De la Mente al Cerebro: un intento de Ordenar el Mundo

Francisco J. Burgos

Psiquiatra, socio de la Comunidad de Catalunya de la ELP. Coordinador del Área de Salud Mental Infantil y Juvenil del Sagrat Cor, Serveis de Salut Mental de Martorell. Director científico de Eba-Equipo de atención en bulimias, anorexias y nuevos síntomas.

Para Comenzar

Viernes 16 de mayo de 2008, hace apenas una semana aparece en el diario “El País” el reportaje titulado: “25 millones de € para comprender el cerebro”, con el subtítulo: “el gobierno lanza junto a la Politécnica de Madrid el proyecto de investigación ‘Blue Brain’”[1]. En el cual se intentará por vez primera el estudio del cerebro para conocer su funcionamiento mediante simulaciones informáticas con detalle celular.

Nuestra vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, ve en esta iniciativa un paralelismo respecto a su envergadura con "el proyecto del genoma humano", y supone que servirá para generar grandes avances en el conocimiento del cerebro y, sobre todo, para explorar soluciones a problemas de salud mental y enfermedades neurológicas que actualmente son difícilmente tratables. Aclara que el proyecto está coordinado por la Fundación Blue Brain, con sede en Suiza, y que usará recursos de supercomputación y técnicas de visualización tridimensional.

Nos viene a la memoria la “Proclamación Presidencial 6158”, de George H. W. Bush, padre del actual presidente de EEUU, leída el día 17 de julio, donde se declara iniciada el día 1 de enero de 1990 la “década del cerebro”, continuación de la del “espacio” y seguida por la actual del “comportamiento”. En ella aparecen cuatro puntos principales:

1. El importante aumento en la aparición de desórdenes y trastornos relacionados con el cerebro incluyendo enfermedades mentales graves.

2. El desarrollo de la investigación tecnológica en las áreas de microscopía y de neuroimagen.

3. El progreso en la conceptualización y comprensión de algunos procesos patológicos junto al adelanto en disciplinas como la genética y la bioquímica.

4. Los avances en disciplinas intermedias como la biología molecular o la genética molecular.

Se hacía referencia también en este discurso a la drogadicción y la fármacodependencia. Se supone que el conocimiento del funcionamiento cerebral habrá de incidir, dada su relación con los sistemas endocrino e inmunológico, sobre los tratamientos de fertilidad, de las enfermedades cardiovasculares, infecciosas, parasitarias, del desarrollo e inmunológicas y también facilitarán la comprensión de los factores conductuales que subyacen a las causas de múltiples enfermedades.

La Cuestión Mente-Cerebro

Bajo la forma de dualidad, si queremos tomarlo en esta perspectiva, esta temática ha pertenecido desde la Antigua Grecia a la filosofía, marcando una inflexión que llega hasta nuestros días con la propuesta de René Descartes.

El reconocido neurólogo y neurocientífico portugués Antonio Damasio plantea algunas preguntas sobre este tema en su libro “En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos”: ¿Son la mente y el cuerpo dos cosas diferentes o sólo una? ¿Son dos sustancias o son una sola? ¿Qué está primero la mente y a partir de ella el cuerpo y su cerebro o es primero el cuerpo y su cerebro es el que causa la mente?.

A partir de los descubrimientos de los circuitos neuronales comienzan a tener preeminencia la conducta y el comportamiento, generándose la idea reduccionista de hacer coincidir la mente con el cerebro, que deja de ser su soporte para transformarse en su causa junto con el cuerpo (en la mayoría de autores). Se intenta dar cuenta de la biología como causa de lo humano incluso algunos proponen que el límite de los descubrimientos científicos tendrá que ver con llegar a “descubrir” todo lo que el cerebro pueda dar de sí. Así lo manifestó Eric Kandel en su conocida frase: “quizá la frontera final de la ciencia ¾su último desafío¾ sea la comprensión de las bases biológicas de la conciencia y de los procesos mentales por medio de los cuales percibimos, actuamos, aprendemos y recordamos”.

No olvidemos que algunos de los investigadores en neurociencias han sido galardonados con el Nóbel.

Creo que queda claro la incidencia que todo esto tiene tanto en las prácticas que se realizan en el campo de la salud mental como en la sociedad actual y por tanto en el orden social. Incidencia ésta que cuenta con la praxis de los profesionales en este campo. Estas vías de investigación favorecen la desaparición del “discurso del caso” (del uno por uno), del desprecio por palabra de los sujetos en beneficio de la generalización. Discurso del caso que como dice Milner en su libro “La política de las cosas”: “es la forma discursiva de lo individual frente a la contabilidad del uno de cada individuo, del uno que no hace diferencia”, y continua: “La mentira actual está en pretender que las cosas hablen... si hay palabra es porque algunos hablan en su lugar”[2].

Algunas Cuestiones que Hemos Ido Planteando en el Grupo de Investigación

Dentro de los comentarios que surgían desde la coordinación[3] hay fundamentalmente dos que no he podido confirmar a pesar de las consultas realizadas.

1. La primera y más interesante en mi opinión es la de si existe alguna hipótesis sobre la posible disminución de los neurotransmisores ¾en particular la de serotonina¾ para explicar la depresión generalizada de la sociedad occidental actual. Al estilo de lo que pasó con el descubrimiento de la disminución del número y de la movilidad de los espermatozoides en el semen de los hombres cuando se investigaba sobre la disminución en la actualidad de la fertilidad.

2. La segunda, en esta época de la medicalización generalizada, trataría de conocer la frecuencia de tratamientos antidepresivos previos en los familiares de niños medicados con psicofármacos y más concretamente con psicoestimulantes.

De estas preguntas no he podido lograr una respuesta en la búsqueda que inicié hace algún tiempo, por lo que permanecerán abiertas y, en mi opinión, son bastante oportunas. Cuando he conversado con colegas psiquiatras que están mas próximos a una práctica de la psiquiatría en su orientación biologicista, su respuesta ha sido la de interesarse por estas preguntas, aunque sabemos que para el discurso de la ciencia la subjetividad no cuenta.

Retomando la Dualidad

Volvamos a nuestro hilo expositor, la hipótesis es: “Hoy se trata de hacer coincidir lo mental con el cerebro”. Los avances tecnocientíficos han permitido “visionar” el cerebro en sus diferentes funciones, esto ha dado lugar a un desarrollo importante de las imágenes sobre las diferentes formas en las que aparece el cerebro según la “actividad” que se esté realizando, formándose las denominadas cartografías cerebrales. Éstas son tomadas, en ocasiones, como causa o hecho en sí mismo al intentar esta coincidencia o superposición.

Se fotografían distintas situaciones como la mirada sobre un objeto agradable, la audición de una pieza de música clásica, la toma de decisión sobre alguna temática, un momento de oración o de meditación, una crisis de llanto, una risa estrambótica, un estado de concentración en la lectura, etc. Como dice Jacques-Alain Millerla imaginería por resonancia magnética permite representar la actividad neuronal, estamos dotados hoy de un muy potente imaginario del simbólico. Hay que constatarlo[4]. Se trata como acabamos de exponer de la tesis por la cual se plantea lo mental desde su reducción imaginaria a lo cerebral.

Por lo tanto, todo el desarrollo actual de la ciencia neurológica, la conocida como neurociencia, aporta un significante amo que irrumpe con fuerza y que comienza a utilizarse con asiduidad en su forma gramatical de prefijo. Lo encontramos en varias ramas de la neurología, la biología, la psicología y otras muchas ciencias, las cuales comienzan con este término de neuro-[5] (neuropsicología, neuroimagen, neurobiología, neurobioquímica, etc.). A partir de él queda claro que todas ellas trabajan con un mismo objeto de estudio: el cerebro.

Lo mental a partir de ahora estará representado por las diversas rutas neurales que se establecen según las construcciones que se realizan en el funcionamiento cerebral, funcionamiento que va a caracterizarse por algunos mecanismos y modos según proponen los investigadores en estas disciplinas.

Nombraremos algunos de estos mecanismos sin detenernos en desarrollos extensos, difíciles para mí en esta rama de la neurología. Mecanismos en los que algunos autores consideran que se abre una salida para la “posmodernización” del psicoanálisis. Esta vía de salida pasa por la confluencia que debe tener con las neurociencias, único recurso para su supervivencia ¾según lo plantean.

Fundamentalmente encontramos tres ejes temáticos:

1. El de la memoria y por tanto de la conciencia o cognición en su relación con las experiencias y el aprendizaje (Kandel).

2. Los que tienen relación con las emociones y sentimientos[6], de los que el cerebro guardará una serie de “imágenes” tal como lo nombra Damasio.

3. El fenómeno de la “plasticidad neuronal”[7], tal como se viene conociendo en los últimos años, ya que se sabe que el cerebro crece hasta la edad adulta. Son estos fenómenos de plasticidad en las interconexiones los que darían cuenta de lo más propio del hombre (en el sentido de lo humano).

Un Nuevo Orden

Lacan planteaba las grandes crisis éticas de los médicos en su texto “Psicoanálisis y Medicina”, haciendo referencia a lo expuesto por Michel Foucault en su texto de 1961 “Historia de la locura en la época clásica” en la que relata cómo los médicos psiquiatras participaron de manera activa en las tomas de decisión sobre los internamientos involuntarios los que constituye las conocidas segregaciones por enfermedades mentales, asumiendo el papel de policía de salud... mental.

Hoy asistimos a una nueva posición dentro de lo social. Las neurociencias introducen un nuevo orden que toma lo imaginario y la contabilidad en las evaluaciones como los instrumentos que ordenan la salud mental de las personas. Cada día se utilizan estas técnicas por ejemplo en la selección de personal, en la conflictividad entre los trabajadores de una empresa, etc., su uso acaba de iniciarse y se extenderá. Cada uno con su “cartograma cerebral” como tarjeta de presentación, la imagen en el lugar de la palabra. A lo que se añade nuevamente el ideal de una armonía posible a partir del conocimiento del cerebro. Damasio escribe: “... el éxito o el fracaso de la humanidad depende, en gran medida, de la manera en que el público y las instituciones encargadas de la gestión de la vida pública incorporen principios y políticas a esta visión revisada de los seres humanos”.

Siguiendo esta lógica de descrédito de la palabra, las neurociencias y su correlato pragmático ¾la ciencia conductual o cognitiva[8]¾ se pretenden completamente asépticas de todo pathos o índice de subjetividad, por lo que dejan al descubierto lo que del discurso del amo subyace en ellas. Es fácil generar un malestar frente a técnicas terapéuticas al servicio de este amo moderno que busca incesantemente el control y la evaluación[9], verdadera apuesta de las políticas sanitarias, olvidándose que ningún amo está a la altura de controlar lo que constituye la esencia de los derechos del hombre: la verdad, el deseo y el goce (Miller J.-A. El Banquete de los analistas. Paidós, Buenos Aires, p. 411).



[1] “Cerebro azul o cerebro triste”.

[2] Milner, Jean-Claude. 2007. La política de las cosas. Miguel Gómez Ediciones. Málaga.

[3] Grupo de Investigación en Psicoanálisis y Medicina del Instituto del Campo Freudiano en Barcelona.

[4] Extraído de su Curso 2007-8. Clase del 16 de enero de 2008.

[5]El neuropsicoanálisis acaba de nacer. (Una referencia se encuentra en la revista “Cuadernos de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente. Nª 43-44, 1ª y 2ª semestres de 2007, pags. 163-9). El primer número del Journal Neuro-psicoanálisis, publicado en 1999, dará origen a la Sociedad Internacional de Neuro-psicoanálisis (que agrupa a los neurocientíficos interesados en el psicoanálisis) instituye una suerte de declaración de principios del llamado neuro-psicoanálisis. El editorial, escrito por Mark Solms y Edward Nersessian, establece como su objetivo fundamental la necesidad de “reconciliar las perspectivas que sobre la mente tienen el psicoanálisis y las neurociencias”, tarea que aspiran lograr educando a psicoanalistas y neurocientíficos. En ese primer número destaca un trabajo de investigación llevado a cabo por el neurocientífico Sergio Panksepp sobre la teoría freudiana de las emociones. Sus resultados fueron luego sometidos a la consideración de neurocientíficos, entre ellos Antonio Damasio, y algunos psicoanalistas franceses de la IPA. Las opiniones de Damasio y los neurocientíficos intentan hacer coincidir la “neurociencia de la emoción” con las ideas freudianas, en una definida intención: ganarse a los psicoanalistas con la ilusión del estatuto científico para la disciplina.

[6] Las emociones y sus reacciones relacionadas están alineadas con el cuerpo, los sentimientos con la mente. Las emociones son acciones o movimientos visibles para los demás (de fondo, primarias y sociales). Los sentimientos siempre están escondidos. Son percepciones que se apoyan en los mapas corporales del cerebro, estos mapas se refieren a partes del cuerpo y a estados del cuerpo. Junto a la percepción del cuerpo está la percepción de pensamientos con temas concordantes con la emoción, y una percepción de un determinado modo de pensar, un estilo de procesamiento mental.

[7] Del libro “A cada cual su cerebro. Plasticidad neuronal e inconsciente” François Ansermet y Pierre Magistretti. 2006. Katz Editores. París. Este concepto de plasticidad significa que la experiencia puede inscribirse en la red neuronal. Un acontecimiento vivido en un momento dado se marca al instante y puede persistir en la duración. El acontecimiento deja una huella como una suerte de encarnación del tiempo. Pero esta huella puede ser modificada o puesta en juego de forma diferente al asociarse con otras huellas. Más allá del determinismo biológico (neuronal o genético), y más allá del determinismo psíquico, el hecho de la plasticidad implica, pues, un sujeto que participa activamente en su devenir, ¡e incluso en el propio devenir de la red neuronal! Y así, desde una nueva perspectiva, se vuelve pertinente una posición enunciada por Lacan: “Lo importante es captar cómo el organismo viene a apresarse en la dialéctica del sujeto”. Lacan J., “Posición del inconsciente” [1960, 1964], Escritos 2, trad. de T. Segovia, Buenos Aires, Siglo XXI, 1985, p.827.

[8] Todo esto se ha cruzado, todo eso no ha conocido ese desarrollo extraordinario y construido de nuestro amo actual, más que por ese materialismo mecánico que el cognitivismo ha encontrado en su objeto mayor: el cerebro. El lugar que es en efecto un callejón sin salida –Lacan hablaba del callejón sin salida cerebral-, el cerebro es un callejón sin salida.

[9] La categoría esencial del orden social es la comparación: el hombre comienza con la comparación y entonces la humanidad llega de manera natural a la evaluación. En adelante, la cifra- la cifra de cuantificación- es la garantía del ser. En el fondo, es la incidencia de la ciencia sobre la ontología (notas tomadas del curso de Jacques-Alain Miller de este año).