Desde el origen de la humanidad ha habido una dominancia del hombre sobre la mujer (el hombre traía la comida, iba a la guerra, tenía acceso al saber, al poder, a las armas y la mujer quedaba relegada a los cuidados de la familia y el hogar en lo que podemos llamar una “servidumbre real”. Atrapada entre la naturaleza, que le da la capacidad de procrear, y la cultura que se desarrollaba frente a ella, se ve obligada a la renuncia y al sacrificio de sus deseos. Esta “ética de los cuidados” será trasmitida como ideales femeninos de madres a hijas, con todo el peso que suponen los ideales, y habrán de pasar siglos, hasta las sufragistas inglesas, para que tenga voz y voto y forme parte del intercambio y la plusvalía del progreso, aun así siguen siendo victimas, objeto, de maltrato. En un informe reciente de Amnistía Internacional sobre “la violencia sobre las mujeres en los conflictos armados” se señala que esta se comete no solo durante y después del conflicto sino antes, señalando algunos autores que un nivel creciente de violencia contra las mujeres podría servir de alerta de un posible conflicto. (Os recomiendo el documental “invisibles” sobre testimonios de mujeres violadas en un país en guerra). No deja de sorprender que en el punto más destructivo del hombre como es el de la guerra, el cuerpo de la mujer sigue siendo un motín muy preciado en los saqueos.
El daño de este maltrato psicológico es bastante invisible y la mujer tarda tiempo en contarlo, este tiempo es fundamental respetarlo ya que se tiene que sentir acogida y respetada y no juzgada ni muchos menos culpabilizada ante nuestros ojos (no tienes que aguantar, no sigas con él). Por muy incomprensible que nos parezca desde fuera no es sencillo salir de esta situación. Es muy doloroso aceptar el fracaso de un proyecto vital y lo viven como una derrota desoladora que genera vergüenza y culpa (poner en riesgo a los hijos…..), por eso en ocasiones banalizan lo sucedido (perdió los nervios, no es para tanto, me quiere mucho…). Este daño no es sin consecuencias: aparecen síntomas como ansiedad, insomnio, tristeza, irritabilidad, un correlato parecido al Síndrome de estrés postraumático, donde una mirada o el sonido de las llaves al abrir la puerta bastan para desencadenarlo. No es de extrañar que se lo compare con la tortura o el terrorismo.
pide perdón, hace vanas promesas sobre que no volverá a pasar, la seduce con halagos, regalos y por fin la relación sexual hace olvidar el espanto vivido. Es a medida que desaparece esta fase que la mujer va estando más dispuesta a pedir ayuda, incluso a denunciar. Mucho se ha dicho y se ha teorizado sobre el perfil del maltratador y aunque no se puede generalizar os voy a referir tres tipos de un posible maltratador:
1) Hombres hiper-controladores e hiper-controlados: ejercen la violencia como un modo de afirmar su superioridad sobre la mujer así como el derecho de propiedad sobre esta. Cuando sienten que pierden el control pueden tener un importante estallido de violencia después de mucho tiempo contenidos.
2) Hombres emocionalmente inestables: ejercen la violencia como un modo de rechazar su inferioridad, abandono e impotencia. La mujer es su escudo y por eso la necesitan y dependen absolutamente de ella, llegando a matar y matarse si atisban la marcha de esta. Este perfil esta muy bien reflejado en la película de Iciar Boillarín “Te doy mis ojos”. Son los que perpetúan el ciclo de la violencia que antes os comenté.
3) Hombres violentos: se les conoce como cobra y son fríos, calculadores y violentos con todo y todos. Suelen tener antecedentes penales, vamos que se les ve venir.
Otra consecuencia es como se posicionaran en sus relaciones de pareja ya que son inevitables las identificaciones con los modelos parentales: Los niños con el padre y las niñas con la madre, pudiendo llegar a ser futuras
víctimas o verdugos.
agresores como sucede en las casas de acogida, cuyas estadísticas dan que pensar. La ley se hace necesaria pero se torna insuficiente y si uno se queda solo en este plano se corre el riesgo de victimizar en exceso y por tanto de des-responsabilizar.
A diferencia de otros seres vivos que tienden a la auto-conservación, el hombre, que esta atravesado por el lenguaje, tiene tendencia a destruirse, es lo que se conoce como pulsión de muerte desde el psicoanálisis (hay ejemplos de esto en la literatura como “El jugador” de Dostochesky o en el arte como Van Gogh, seres atormentados que se van dañando a si mismos), esta tendencia esta por fuera de la regulación de la ley y para una modificación de esta tendencia es importante que el sujeto primero la comprenda. (por eso incluso después de intervenciones de la justicia hay hombres que reinciden en su acto violento).
También comienzan aparecer situaciones del uso perverso de la ley con las denuncias falsas, lo que forma parte del entramado de la modernidad. Hay otra consecuencia de esta modernidad globalizada en relación a la emigración, sobre todo de Marruecos y Sudamérica, aumentando la demanda de atención por maltrato en mujeres cuyas parejas no hacían uso de la violencia en su país de origen. Una explicación es el cambio de roles tan inmediato que supone estar en un país europeo, en donde la mujer consigue empleo antes que el hombre quedando cuestionado su rol del cabeza de familia.
La posición femenina y masculina en lo referente al deseo y al modo de goce son diferentes ( un breve inciso, estoy más de acuerdo con el feminismo de la diferencia que teorizan Amalia Varcárcel o Celia Amorós que con el de la igualdad): la mujer esta más concernida por el ser, por el don del amor y el hombre por el tener (dinero, poder, prestigio, etc…)
literatura (hay un cuento breve de Alesandro Baricco “Sin sangre” y por supuesto los escritos místicos de Santa Teresa y San Juan de la cruz).
En mi práctica clínica he atendido casos de alto riesgo en donde, por ejemplo una paciente, una vez iniciados los trámites de separación y con un niño de corta edad, tenía que seguir literalmente durmiendo con su enemigo. Tardamos casi un año en que ella elaborara que le enredaba en esta historia para que la separación se produjera sin daños ni para ella ni para su hijo, quien tenía una buena relación con el padre. Eso si, la informe al detalle de que hacer si tenía que huir del domicilio. Hay que tensar la intervención entre lo que marca la ley de denunciar inmediatamente, me refiero a los profesionales que sabemos de un caso de maltrato, y darle un espacio de palabra para que vaya subjetivando. Si se pregunta en una primera entrevista por si es maltratada o si se actúa muy incisivamente, la mujer no suele volver con lo que es probable que continúe en la boca del lobo. Aunque hay rasgos comunes, cada mujer es un mundo y por tanto cada caso debe ser tomado uno por uno, de vez en vez.
Concluiré con una frase del libro de Pilar Zubiaur: “……Puede que mi alma se haya retirado de mi cuerpo dolorido tratando de huir de él” a lo que yo añadiría ¿Se puede llamar amor a este infierno?.
Ana Castaño (Conferencia en el colectivo trece rosas. Madrid)
(Bibliografía: “El maltrato a
Artículo de M de Francisco en