30.3.07

Acerca de la impostura "cientifista" de las Terapias Cognitivo-Conductuales.

Por Santiago Castellanos.

Tal y como dice la contraportada del Libro Blanco de Psicoanálisis hay un gran debate sobre la regulación del mundo “psi” y la utilidad de las psicoterapias. En este debate se toma como punto de partida la necesidad de que dichas prácticas tengan una base científica y hayan demostrado su eficacia imitando el modelo que existe en la medicina, cuya práctica está supuestamente basada en la evidencia científica.

En los comienzos del siglo XXI la garantía de “lo científico” se puede decir que goza de buena salud y tiende a invadir cada vez más facetas de la vida cotidiana: Se presenta como una ideología que permite al sujeto disponer de la fantasía de que casi todo es posible y que los riesgos de “vivir la vida” pueden ser asegurados y corregidos por la ciencia, como si de una póliza de seguros se tratase.
La carrera por ponerse la etiqueta de práctica científica la pretenden encabezar las terapias cognitivos-conductuales, aunque avaladas en ocasiones por entidades profesionales del campo de la psicología, que se otorgan este “cientifismo”, aunque no sea más que una ilusión, como garantía.
Sin embargo, la ilusión “cientifista” de estas corrientes y terapias es una impostura , una falacia, tal y como desarrollaré a continuación.

La medicina es una ciencia cuya práctica clínica ha sido desarrollada históricamente con una enorme variabilidad, justamente por estar recortada por el factor humano. A comienzos de los años 90 se desarrolló la orientación llamada Medicina Basada en la Evidencia que podríamos resumir en el siguiente editorial del British Medical Journal, de 1996, donde se escribía que “ La Medicina Basada en la Evidencia es un modelo de práctica clínica basado en la utilización consciente, explícita y juiciosa de la mejor evidencia científica disponible a la hora de tomar decisiones sobre el cuidado de los pacientes. (Sackett D, Roseberg WM, Muir Gray JA, Haynes RB, Richardson WS. Evidence based medicine: What it is and what it isn´t. Editorial BMJ 1996; 312:71-72.)

Por otro lado, la medicina basada en la evidencia, al fundamentarse primordialmente en la investigación científica, necesita un punto de partida que aporte criterios y estándares. Este marco básico es el método científico, que está claramente definido y analiza los diferentes tipos de estudio que se publican y el rigor y la evidencia que de ellos se puede concluir

Para ilustrar esto tomaré un ejemplo acerca de un artículo publicado sobre la eficacia de un fármaco antidepresivo en el tratamiento de la cleptomanía. En la primera parte del ensayo, cuando las enfermas sabían si recibían el antidepresivo o no, el 78 por ciento respondió satisfactoriamente al fármaco. Se podría concluir que el fármaco es efectivo por si mismo para el tratamiento de la cleptomanía.
Sin embargo, en la segunda parte del ensayo, realizado de forma doble ciego, los sujetos fueron distribuidos aleatoriamente a recibir placebo o el fármaco sin saber qué estaban tomando. Al contrario de lo que se podría esperar, la tasa de recaída fue la misma, la evolución de la cleptomanía no estaba influida por el fármaco o el placebo. El resultado del primer ensayo es erróneo y cuando se realiza el experimento adecuadamente los resultados son completamente opuestos. Esto es muy común en todos los campos de la medicina y por esta razón los centros internacionales que son referencia para la evidencia científica son muy rigurosos a la hora de aceptar y valorar los miles de ensayos publicados diariamente. Hay además razones de seguridad que en muchas ocasiones la poderosa industria farmacéutica manipula y oculta priorizando los intereses económicos.

Pues bien, las exigencias metodológicas y la práctica clínica basadas en el método de la investigación científica es incompatible e imposible de aplicar a las terapias de la palabra. Las bases metodológicas son aplicables a la investigación de los psicofármacos, pero no a la psicoterapia. Las terapias de la palabra no pueden realizar estudios experimentales controlados a doble y triple ciego porque supondrían que ni el paciente ni el terapeuta tendrían que saber el tratamiento que están utilizando y esto no es posible. Tampoco se pueden hacer ensayos clínicos con controles ni distribución aleatoria, ni estudios de cohortes porque plantarían problemas éticos irresolubles. Solamente sería posible estudiar series de casos, y de ellos nunca se acreditaría la evidencia científica necesaria, por la sencilla razón de que no la tienen.

No es casual que cuando he realizado una búsqueda exhaustiva, en las bases de datos que la medicina utiliza como referencia, las más importantes (Biblioteca Cochrane, Bandoliere, embase etc…) acerca de la evidencia científica de la terapias cognitivos-conductuales y de otras orientaciones, no he encontrado ni un solo metaanálisis que concluya que se puedan catalogar de evidencia científica aceptable. Por ejemplo, el metaanálisis publicado en Cochrane sobre los efectos de las TCC en personas con esquizofrenia y otras psicosis, concluye diciendo “en la actualidad los datos derivados de los ensayos que respaldan un amplio uso de las TCC para las personas con esquizofrenia, distan de ser concluyentes”. La revisión para la bulimia dice “hay pocas pruebas sobre la eficacia de la terapia cognitivo-conductual para la bulimia nerviosa y los síndromes similares…” Podríamos continuar refiriendo todas las revisiones de la psicopatología, pero cualquiera puede confirmarlo simplemente entrando en la página de Internet de la biblioteca Cochrane, una de las más importantes y de mayor prestigio internacional. Ninguna de las revisiones sistemáticas otorga evidencia científica al resultado de los mismos.

Sin embargo, hay numerosas guías clínicas en las que se suelen recomendar las TCC como eficaces e incluso científicas. Se extiende, cada vez más, una suerte de estado de opinión promovido no se sabe bien porqué grupos de intereses.

En una revisión realizada por Bandolier acerca de las guías clínicas (agosto 2002; 102-2) refiere que las “guías están proliferando y a menudo coexisten diferentes versiones de la misma guía y aunque deberían estar basadas en la mejor evidencia posible, en la mayoría de ellas no ocurre así…La moraleja final es que no podemos confiar ciegamente en ninguna guía sin antes realizar una valoración critica sobre la metodología de elaboración y sobre la evidencia que sustentan sus recomendaciones”.

Todos los estudios publicados sobre las psicoterapias tienen defectos y errores muy gruesos para las exigencias del método científico. Las muestras son muy pequeñas, las poblaciones no son homogéneas, las variables a medir no están claramente definidas, tampoco las intervenciones terapéuticas se pueden considerar homogéneas, no hay grupos control, ni por supuesto se realizan a doble ciego porque no es posible.

En el artículo sobre la utilidad social de la escucha, publicado en le Monde el 29 de octubre de 2003, Miller escribe que “lejos de nosotros la idea de contestar la cientificación de la medicina, que es algo bueno, pero ocurre que, al menos a nuestro parecer, los métodos que han hecho maravillas en cancerología o epidemiología encuentran obstáculos de estructura en psicoanálisis…dicho de otro modo, a diferencia del síntoma médico o psiquiátrico, el síntoma en sentido analítico no es objetivo y no puede ser apreciado desde el exterior…”

Un médico precisa administrar la dosis adecuada de morfina para tratar el dolor secundario a un cáncer y para ello se pueden y se deben de realizar estudios de los que se pueda obtener evidencia que sirva de orientación para la práctica clínica. Pero esto no es posible hacerlo con “el dolor de existir”, ni con el sufrimiento humano, ni con los múltiples laberintos de lo mental. En el campo de la subjetividad no puede aplicarse con rigor la evidencia científica, es un imposible. Esta es una condición no solo del psicoanálisis sino también de todas las terapias y psicoterapias que utilizan la palabra como herramienta de trabajo.

Por esta razón, se puede considerar una impostura que las terapias cognitivo-conductuales se atribuyan una evidencia científica de la que carecen. Tal y como señala Gustavo Dessal en el artículo publicado en el Libro Blanco del Psicoanálisis “como hemos sido acusados durante décadas de realizar una praxis que no poseía una evidencia científica, ha llegado la hora en que seamos nosotros quienes descorramos el velo de toda esta falsa ciencia, esta estafa que se disfraza de semblantes de la racionalidad, y que desprestigia lo que hay de verdaderamente noble en la ciencia que ha merecido este título” (Pag. 32).

Miller dice en el libro recientemente publicado “Desea usted ser evaluado” que porque se mide, se contrasta, se cifra y se compara etc…se piensa que es científico. Sin embargo no es nada científico y los mejores evaluadores saben perfectamente que no se trata de una ciencia. No porque hay cálculo hay una ciencia.” ( ¿Desea usted ser evaluado? pag. 31, primera parte).

Para los psicoanalistas el hecho de que nuestra práctica no se sustente en la evidencia científica no es un problema sino un valor añadido. Tendremos que explicar que nuestro trabajo se sustenta en la subjetividad y la particularidad de cada uno, que no les vamos hacer rellenar a los pacientes una casilla para cuantificar lo incuantificable y facilitar posteriormente la realización de un estudio cuasi-científico, que no tenemos protocolos sino la escucha y que buscamos que cada sujeto se encuentre con su singularidad y su diferencia, que no tratamos a todo el mundo por igual ni damos los mismos consejos. La evaluación en psicoanálisis se mueve en otro registro que no es el de la evidencia científica, podemos dar cuenta de nuestro trabajo, pero de forma seria, con publicaciones, libros, en el caso por caso y en la clínica cotidiana.
Y tenemos que reivindicar que los ciudadanos tengan el derecho a elegir libremente las terapias que quieran, sin excluir a nadie. Ese es el punto de partida de la regulación que podemos aceptar, la de los ciudadanos libres.

Santiago Castellanos de Marcos.

24.3.07

Presentación del Libro Blanco del Psicoanálisis.



Biblioteca del Campo Freudiano de Madrid

Invita
A la presentación del libro
“El libro blanco del Psicoanálisis”
Clínica y política
De Varios Autores

El miércoles, 28 de Marzo de 2007, a las 20,45 hs.


Intervienen:
Santiago Castellanos, psicoanalista, miembro de la ELP y la AMP.
Miriam Chorne, psicoanalista, miembro de la ELP y la AMP.
Araceli Fuentes, psicoanalista, miembro de la ELP y la AMP.

Coordina:
Mirta García Iglesias, psicoanalista, miembro de la ELP y la AMP.


Sede de Madrid de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano.
Gran Vía, 60 2º izda. 28013 Madrid
Tel.: 91-5591487 Email: cdm-elp@arrakis.es
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17.3.07

NECESIDAD DEL PSICOANÁLISIS EN EL CAMPO MEDICO.

Por Joaquín Caretti Ríos (Madrid).
psicoanalista, médico y socio de la ELP.


1. Klimt

Creo que lo que le sucedió a Gustav Klimt cuando pinta el cuadro que le habían pedido para adornar el techo de la Facultad de Medicina de Viena, se entrelaza con la dificultad que tenemos para articular el discurso analítico en el campo de nuestra cultura. Le encargan que adorne con sus pinturas las Facultades de Filosofía, Derecho y Medicina. Klimt, que es contemporáneo de Freud no responde con una obra acorde con el positivismo dominante, sino que representa a la medicina bajo la forma de Higeia -la diosa de la salud griega, hija de Asclepio- y la coloca en primer plano y de espaldas a los hombres. Detrás de ella se encuentran los seres humanos, desnudos, solos, sufriendo, mostrando sus cuerpos y su sexo, embarazados, viejos, enfermos y con la muerte en medio que los cubre con su manto. De frente la ciencia y por detrás la sexualidad, la muerte, el dolor y la vida como en mundos diferentes. Este cuadro, como era esperable, no fue aceptado generando una polémica que llegó al parlamento de Austria, a los periódicos, tachado de obsceno y acusado de no abordar aquello de lo que se ocupa la medicina: prevenir y curar. Finalmente Klimt, cansado del conflicto, devolvió el dinero y recuperó sus cuadros. Estos fueron quemados por los alemanes en 1945.


2. Freud

Cuando Freud afirma que es imposible, gobernar, educar y psicoanalizar-curar, no está sosteniendo que estas tres actividades no se puedan ejercer, ya que de hecho se ejercen, sino que en su propio ejercicio se encuentran con una imposibilidad que es radical y estructural. No es tarea del psicoanálisis aspirar a corregirla como lo hace la educación, el gobierno o la religión, sino que su tarea es aspirar a habitar la imposibilidad, habitar en la imposibilidad, sabiendo que indefectiblemente fracasará. Esta imposibilidad de una respuesta universal al malestar subjetivo tiene que ver con la singularidad de la pulsión y su goce, con la certeza de que todo no es posible y de que en esta ilusión de tapar lo más genuino de si mismo, el sujeto pierde la vida.
De esta imposibilidad y su -contingentemente- habitarla se deriva la necesidad del psicoanálisis.

4. Medicina

Si tomamos en cuenta el abordaje de la subjetividad que propone la medicina, vemos que considera al individuo como evaluable, cuantificable, universalizable, plausible de ser estudiado mediante la estadística, numerable y, en alguna medida, capaz de ser pensado como una masa que hace un todo: sigue la lógica del para-todos. Por otra parte, y de forma paradójica, el individuo es impulsado a defender su individualidad y autonomía en una exaltación de su narcisismo separándolo de su propia subjetividad. Impulso a la autonomía por un lado e inclusión en la masa por el otro: ¿no es esta propuesta que propugna una individualidad sin subjetividad, una propuesta mortífera?
El psicoanálisis, por el contrario, toma en cuenta el uno por uno en su radicalidad diferencial. Esto no impide sacar de ahí conclusiones que sirvan a una universalización estructural. Pero el texto, el caso, es tratado como único e irrepetible, que es lo que es. No hay común, sino único y excepcional: otra lógica, la lógica del no-todo.


5. Unas preguntas

¿Es posible pensar un enfermar que sólo esté atravesado por la biología, la que impondría su ley en un cuerpo sin palabras?
¿O más bien habría que pensar que el enfermar es el resultado del cruce de la biología con el Otro, con el campo simbólico y que también en este terreno para el hombre no hay lo natural “puro”?
¿No es el síntoma aquello que la ciencia intenta suprimir y sofocar, lo que nos interroga abriendo los caminos de la existencia?
¿Cómo podríamos hacer para que el psicoanálisis entrara en la cuenta de la medicina?
¿Esto no es lo mismo que preguntarse cómo hacer para que entrara de manera tajante en la cuenta de la cultura?
¿No será, más bien, que el discurso analítico se sostendría en la tensión de su confrontación con los discursos que aspiran a la totalidad?
¿Será posible pensar una cultura donde la subjetividad no quede ahogada en el mar de los objetos o en las respuestas de la religión?


6. Esbozo de conclusión (política)

De cómo abordemos y presentemos el discurso analítico, su buen hacer, no sólo en la clínica sino en cualquier orden de la vida donde el malestar subjetivo se presente, dependerá que el psicoanálisis persista y pueda ayudar al hombre a tener una existencia más lúcida y, por qué no, más feliz.
Esta es su política.

11.3.07

En homenaje a Robert y Rosine Lefort.


LEFORT Y SU ORIENTACION LACANIANA PARA LOS NIÑOS
Más allá de lo imaginario
Con la muerte de Robert y Rosina Lefort se pierden a unos de los más notables impulsores de los nuevos enfoques para el trabajo en psicología con niños. Una terapia que excede el mero juego.


Por Eric Laurent * (publicado en el diario argentino página 12, 6.03.2007)

La Asociación Mundial de Psicoanálisis acaba de perder, en la persona de Robert Lefort, a uno de los fundadores del psicoanálisis de orientación lacaniana "con niños". Robert Lefort, psiquiatra infantil y psicoanalista apasionado, quiso siempre aplicar las enseñanzas del psicoanálisis a niños psicóticos en marcos institucionales adaptados. Según él, el niño, en especial el psicótico, no debía ser abordado solamente a partir de lo imaginario como lo hacían las difundidas técnicas de juego. Había que abordarlo mediante el anudamiento particular de lo simbólico y lo real.

El final de los años sesenta es propicio para las experiencias institucionales. Crea, en septiembre de 1969, con Maud Mannoni la " École expérimentale de Bonneuil?Sur?Marne " como una " institución estallada".
Al acentuar el lugar y la función de lo real para el sujeto psicótico, nos alejará de las adherencias kleinianas en el psicoanálisis de niños. Gracias al objeto (a) sin representación, se distanciará de la función de las imágenes del cuerpo señaladas por Francoise Dolto. Esta orientación permite por último, apreciar las razones del movimiento clínico post kleiniano (Meltzer, Tustin) hacia la clínica del autismo.
A partir de su paciente investigación, su adhesión a la École de la Cause Freudienne en 1981, se acompaña de la voluntad "de dar al psicoanálisis de niños, todo su lugar en el Campo Freudiano". Así empezaba la carta de intención del 11 de octubre de 1982 que se concretaría con la creación del CEREDA, en el marco del Instituto del Campo Freudiano.

Robert Lefort ubicaba así su compromiso: "Sería una gran contradicción mantener el psicoanálisis de niños reducido a una técnica de juego y dibujos, con lo que el niño se muestra capaz, tanto más siendo más chico ?hasta antes de que hable? para clarificarnos sobre un punto tan esencial como es la constitución del sujeto en el discurso analítico... Había que retomar el psicoanálisis de niños en ese nivel mínimo, allí donde el cuerpo aparece en forma privilegiada como un cuerpo de significante. Significante sí, pero donde lo real tiene todo su lugar a partir del objeto (a), y si el sujeto aparece como un efecto de real, esto es sin duda en el niño". Desde la formación del CEREDA, por la iniciativa de un cartel compuesto por Robert y Rosine Lefort, Jacques?Alain Miller y Judith Miller, y yo, se encararon jornadas de estudio. Recuerdo las cálidas y animadas reuniones de ese cartel en el domicilio de Robert y Rosine Lefort.
Esas Jornadas tuvieron lugar regularmente desde la primera, el 5 de marzo de 1983, inicialmente fueron semestrales, luego anuales. Continúan desarrollandose los trabajos de los grupos de la Nueva Red CEREDA, que Rosine y Robert Lefort iniciaron y supieron llevar adelante. En el momento que ellos eligieron, Rosine y Robert Lefort supieron transmitir a otros su deseo. La XXVº Jornada de Estudio del Cereda en Paris el 20 de julio de 2002 tuvo una doble particularidad, el estar incluida en un Encuentro Internacional del Campo Freudiano, y efectuarse según el modo de una conversación. El CEREDA sostendrá su lugar en el Encuentro PIPOL 3, el 30 de junio y el 1º de julio de este año.
Desde El nacimiento del Otro (1980) a La distinción del autismo (2003), Robert Lefort desarrolló con Rosine, una obra centrada en el tratamiento de sujetos para los que "no hay Otro". Habían llegado a poner ese "no hay Otro" en tensión con "la inexistencia del Otro" en la civilización. En esa perspectiva, postulaban una "estructura autística" que sin presentarse como un cuadro del autismo propiamente dicho, lo evoca por sus elementos estructurales dominantes y muy netamente marcados. Esta estructura sería la cuarta entre las grandes estructuras: neurosis, psicosis, perversión, autismo".
En "La distinción del autismo", los genios y los autistas adultos que pudieron dar testimonio de su singular posición subjetiva se unen. Se nos presentan como hermanos autistas del género humano. Robert Lefort sabía respetar el punto de docta ignorancia que nos toma frente al misterio final de la salida del autismo mediante un dispositivo discursivo o un pasaje al acto. El método que nos propone, debido a las minuciosas encuestas que implica y a través de casos clínicos o de casos históricos, es tanto más rico ya que en la época de las escalas de evaluación se pretende disolver la búsqueda de la singularidad en "trámites preventivos globales".
Robert Lefort nos deja, los libros de Robert y Rosine Lefort nos son cada día más necesarios. En nombre de la AMP les envío todas mis condolencias a Rosine Lefort, a su hija, a su familia.

* Delegado general de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Traducción Gabriela Roth.
Tenemos que añadir que pocos dias despues conocimos la muerte de Rosine Lefort. Publicamos este texto de homenaje escrito por Vilma Cocoz para el blog de la ELP (5.03.07)
Campo Freudiano en España en los ochenta. En memoria de Rosine y Robert Lefort. Por Vilma Coccoz (Madrid).

En pocos días hemos perdido a Rosine y Robert Lefort, desgraciadamente, tristemente ya no están.Tengo un recuerdo imborrable, inolvidable de su presencia en algunos eventos del Campo Freudiano en España, en los años ochenta, cuando les conocimos. La tremenda voz de Robert, la dulzura firme de Rosine. La sabiduría de los dos, su pasión por el psicoanálisis, su admiración por Jacques Lacan. Siempre juntos, como decía Judith Miller.

Una inventiva propia
Desde que fueron publicados El nacimiento del Otro, Maryse deviene une petite fille, Les structures de la psychoses y, últimamente, el genial e imprescindible La distinction de l’autisme, mi admiración por ellos no ha dejado de crecer. Desde entonces, siempre he vuelto a sus libros, siempre encontré en ellos algo nuevo, una enseñanza, una indicación sugerente, incluso una dificultad para alcanzar el grado de depuración estructural que fueron presentando en sus publicaciones. En ellos se produjo esa especial, escasísima y feliz, cuando ocurre, coincidencia, de respeto y deuda con su maestro y una inventiva propia, audaz, osada, ambiciosa, para atrapar lo real de la clínica más difícil, aquella en la que la pulsión de muerte silencia o niega el acceso a la palabra y a la vida cercenando la alegría del malentendido con el Otro, que, por ser sólo real, se vuelve opaco y feroz.

¡El lobo! ¡El lobo!
He hojeado todos sus libros para escribir estas notas, pero esta vez buscando mis huellas en su lectura, los subrayados, lo escrito al margen. Quizás para verificar lo que destaqué en cada una de las veces que visité sus trabajos, lo que aprendí cada vez. Confieso que nada iguala a la viva emoción que acompaña la lectura del capítulo VIII del seminario I de Jacques Lacan dedicado a los escritos técnicos de Freud que corresponde a la lección del 10 de marzo de 1954 –hace cincuenta y tres años! Jacques-Alain Miller lo ha titulado "¡El lobo! ¡El lobo!" y así se conoce el célebre caso Roberto, con el grito mediante el cual nombraba a su perseguidor. Recién ahora me he dado cuenta del modo en que Lacan ubica esta intervención, en el contexto de su presentación de su novedosa tópica de lo imaginario, de su teoría del narcisismo. De esta manera anuncia la importancia histórica que la clínica de los Lefort iba a tener en la comunidad de experiencia de orientación lacaniana: "Así como hace dos reuniones partimos de la observación de Melanie Klein, cedo hoy la palabra a Rosine Lefort, mi alumna".

Relato vibrante
Es un relato emocionante, vibrante, por la frescura, la honestidad, la humanidad de esta mujer valerosa que intentaba comprender el sufrimiento inaudito de un niño que atemorizaba a sus cuidadores y compañeros con sus gritos, su violencia, su desesperación. Rosine no busca el medicamento que lo apacigüe y lo haga callar, ni el “programa” que lo reeduque para que no moleste. Rosine busca la lógica de la estructura, atrapada en la particular historia del desamparo brutal de este pequeño de cuatro años y medio, en el abandono del Otro, que lo dejó sin el apoyo vital del deseo y del amor, ahogándose en el goce indecible de despiadadas intervenciones en su cuerpo enfermo y castigado. Rosine busca entender qué pasó para lograr invitarlo a la palabra, a la humanidad que le fue negada hasta ese encuentro, a sabiendas de que no serán las buenas intenciones las que ganen la partida si no la verdad de un sufrimiento injusto a la que le fue vedado su reconocimiento auténtico.

Roberto
Rosine transcribe cuidadosamente todos los datos de los informes de Roberto pero su introducción es contundente: "...nació el 4 de marzo de 1948. Su historia fue reconstituida trabajosamente, y si los traumatismos sufridos pudieron conocerse fue, sobre todo, gracias al material aportado en las sesiones". He aquí la afirmación neta de una psicoanalista. No presupone nada sobre el alcance de los acontecimientos, no se deja sugestionar por lo imaginable, sino que extrae su saber del trabajo en las sesiones con el niño. Al concederle un lugar a su grito, ella irá captando los efectos desmesurados de los traumas que conseguirán expresarse hasta el momento en que el niño consiga, por primera vez, formular una demanda de cobijo.

Una psicoanalista que aguanta
He ahí una psicoanalista que aguanta, que no cede ante el estrago incomensurable que el Otro ha causado en este niño, que se enfrenta a la pulsión de muerte resistiendo a los ataques, a la agresividad del pequeño enloquecido. ¡Qué deseo tan fuerte la anima para guiarla en la justa dirección! Para ella cada signo importa, cada detalle vale la pena de ser registrado, tenido en cuenta, interrogado, interpretado. Ella nada desdeña, toma buena nota de cada detalle porque ve en ellos los signos de la presencia del sujeto que aún no ha comenzado de decirse en la palabra pero que, sin embargo, dirige su mensaje a un buen entendedor, al que no se desentiende de las consecuencias que acarrea su palabra, su presencia, su mirada, su voz.

Rito propiciatorio
Por eso de entrada se implica, sin ninguna demanda ni indicación, sostenida por un deseo inquebrantable y una exquisita sensibilidad:"Al comienzo del tratamiento se creía obligado a hacer caca en cada sesión, pensando que si me daba algo, me conservaba. Sólo podía hacerlo apretándose contra mí, sentándose en el orinal, teniendo con una mano mi guardapolvo, y con la otra un biberón o un lápiz. Comía antes, y sobretodo después. No leche, sino bombones y tortas.(1)La intensidad emocional evidenciaba un gran temor. La última de estas escenas aclaró la relación que para él existía entre la defecación y la destrucción por los cambios.A lo largo de esta escena había comenzado haciendo caca, sentado a mi lado. Después, con su caca al lado de él, hojeaba las páginas de un libro, volviéndolas. Luego oyó un ruido en el exterior. Loco de miedo salió, tomó su orinal, y lo colocó ante la puerta de la persona que acababa de entrar en la habitación vecina. Después volvió a la habitación donde yo estaba, y se pegó a la puerta gritando:¡El lobo!¡El lobo!Tuve la impresión de que era un rito propiciatorio. Era incapaz de darme esa caca. En cierta medida, sabía que yo no lo exigía. Fue a ponerla fuera, sabía bien que iba a ser botada, o sea destruida. Le interpreté entonces su rito. Después fue a buscar el orinal, lo volvió a poner en la habitación a mi lado, lo tapó con un papel diciendo “a pu, a pu”, -ya no hay más, según la traducción de Il n’y en a plus-, como para no estar obligado a entregarla.Comenzó entonces a ser agresivo conmigo, como si al darle permiso para poseerse a través de esa caca de la que podía disponer, yo le había dado la posibilidad de ser agresivo. Evidentemente, no pudiendo hasta entonces poseer, no tenía sentido de la agresividad, sino sólo de la autodestrucción, y esto cuando atacaba a los otros niños."Carente de la pantalla placentera de la fantasía, de la protección del nombre del padre, el niño psicótico está sumergido en mandatos, invectivas, prohibiciones, asolado por imágenes terroríficas que le fragmentan el cuerpo. Infinitamente culpable de una falta que no ha cometido, ninguna absolución es posible para aquél al que le fue negado el humano derecho de proteger su inermidad."Un poco de arena cayó al suelo desencadenando en él un pánico inverosímil. Se vio obligado a recoger hasta la última pizca, como si fuese un pedazo de sí mismo, y aullaba: ¡El lobo!¡El lobo!"Ayudarle a plantear su dificultad requiere una abnegación muy especial, una docilidad a la estructura que sólo se consigue cuando se ha renunciado a las pasiones yoicas, a todo narcisismo, a cualquier ideal terapéutico.A través de sus interpretaciones Rosine ofrece a Robert la humanización que sólo la palabra verdadera confiere a las necesidades más humildes, aquéllas en las que todos hemos sido formados.(2)"La leche es lo que se recibe. La caca es lo que se da, y su valor depende de la leche que se ha recibido. El pipí es agresivo."Día tras día Rosine sostiene a Robert, no le deja caer, le ofrece su permanencia, su presencia, aliviando la autodestrucción estragante y desoladora:"Debo tranquilizarlo con mis interpretaciones, hablarle del pasado que le obliga a ser agresivo, y asegurarle que esto no implica mi desaparición, ni su cambio de lugar, que siempre es tomado por él como un castigo."Rosine trasmite el uso topológico que el niño puede hacer de las diferentes estancias en las sesiones. Destaquemos una, esencial, en la que el niño consigue encerrarla en un cuarto de baño y vuelve a la habitación en la que habitualmente se encuentran."… solo, subió a la cama vacía y se puso a gemir. No podía llamarme, y era preciso sin embargo que yo volviese, pues yo era la persona permanente. Volví. Roberto estaba extendido, patético, […] por primera vez, extendió sus brazos y se hizo consolar."

Transformación total de su comportamiento
Allí se inicia una transformación total de su comportamiento.Nos imaginamos el silencio emocionado del seminario al escuchar este testimonio único. Podemos hacernos una idea de los efectos que promueven los comentarios de Lacan, la trascendencia que confiere al primer y único significante que profiere el sujeto ¡El lobo!¡El lobo! Lacan le otorga un carácter trascendental al calificarlo de médula de la palabra. Sus preciosas observaciones conceden una perspectiva muy precisa a ese enunciado: no se trata de un niño deficitario sino de un niño alucinado. Por eso el carácter absolutamente conmovedor de su interpretación de la sesión en la que Robert lleva a cabo una especie de autobautismo simbólico con la leche. Gracias al efecto benéfico de la transferencia, la leche ha adquirido una significación positiva, y él pudo pronunciar su nombre, bajito, mientras palpaba su cuerpo del que comenzaba a apropiarse, aferrándose, por fin, a la vida.Ojalá los artífices de la psicología pudieran leer el testimonio de este niño “hiperactivo”. Así se espantarían de la crueldad con la que se persigue e intenta someter a los niños como Roberto en sus “prácticas abominables”.(3)

Rosine Lefort y los protocolos
El ejemplo de Rosine Lefort es una luz en la oscuridad de los protocolos con los que intentan someter las manifestaciones irracionales y desesperadas de la pulsión de muerte de los niños rebeldes a su sugestión, redoblando aún más el abandono infantil, despreciando su condición de impotencia absoluta, por ser objetos en manos de adultos que sólo disponen del poder de segregarlos, negándoles su condición de sujetos al excluirlos del mundo del deseo.Rosine y Robert no se colocaban por encima. Rosine y Robert no dejaban fuera a los niños enloquecidos. Llegaron a comparar y asimilar la experiencia de un loco genial, Schreber, y la del pequeño Robert, un huérfano marginal y desprotegido.Rosine y Robert nos han dejado y hoy nos sentimos un poco más solos en la lucha a brazo partido que debemos librar contra el cientificismo, la evaluación, “la política de cosas”.(4)Pero Rosine y Robert nos han legado su ejemplo, el de una acción ética que hace posible una política de la elección, sin la garantía del Otro, pero con la eficacia real de una enunciación que se afianza en cada gesto en favor de la subjetividad.

Vilma Coccoz (Madrid).

NOTAS:
(1) Fue la primera psicoanalista que introdujo alimentos en las sesiones.
(2) La expresión es de Lacan.
(3) La expresión es de Jacques-Alain Miller.
(4) Según la concepción de Jean-Claude Milner.