Francisco J. Burgos
Psiquiatra, socio de la Comunidad de Catalunya de la ELP. Coordinador del Área de Salud Mental Infantil y Juvenil del Sagrat Cor, Serveis de Salut Mental de Martorell. Director científico de Eba-Equipo de atención en bulimias, anorexias y nuevos síntomas.
Para Comenzar
Viernes 16 de mayo de 2008, hace apenas una semana aparece en el diario “El País” el reportaje titulado: “25 millones de € para comprender el cerebro”, con el subtítulo: “el gobierno lanza junto a la Politécnica de Madrid el proyecto de investigación ‘Blue Brain’”[1]. En el cual se intentará por vez primera el estudio del cerebro para conocer su funcionamiento mediante simulaciones informáticas con detalle celular.
Nuestra vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, ve en esta iniciativa un paralelismo respecto a su envergadura con "el proyecto del genoma humano", y supone que servirá para generar grandes avances en el conocimiento del cerebro y, sobre todo, para explorar soluciones a problemas de salud mental y enfermedades neurológicas que actualmente son difícilmente tratables. Aclara que el proyecto está coordinado por la Fundación Blue Brain, con sede en Suiza, y que usará recursos de supercomputación y técnicas de visualización tridimensional.
Nos viene a la memoria la “Proclamación Presidencial 6158”, de George H. W. Bush, padre del actual presidente de EEUU, leída el día 17 de julio, donde se declara iniciada el día 1 de enero de 1990 la “década del cerebro”, continuación de la del “espacio” y seguida por la actual del “comportamiento”. En ella aparecen cuatro puntos principales:
1. El importante aumento en la aparición de desórdenes y trastornos relacionados con el cerebro incluyendo enfermedades mentales graves.
2. El desarrollo de la investigación tecnológica en las áreas de microscopía y de neuroimagen.
3. El progreso en la conceptualización y comprensión de algunos procesos patológicos junto al adelanto en disciplinas como la genética y la bioquímica.
4. Los avances en disciplinas intermedias como la biología molecular o la genética molecular.
Se hacía referencia también en este discurso a la drogadicción y la fármacodependencia. Se supone que el conocimiento del funcionamiento cerebral habrá de incidir, dada su relación con los sistemas endocrino e inmunológico, sobre los tratamientos de fertilidad, de las enfermedades cardiovasculares, infecciosas, parasitarias, del desarrollo e inmunológicas y también facilitarán la comprensión de los factores conductuales que subyacen a las causas de múltiples enfermedades.
La Cuestión Mente-Cerebro
Bajo la forma de dualidad, si queremos tomarlo en esta perspectiva, esta temática ha pertenecido desde la Antigua Grecia a la filosofía, marcando una inflexión que llega hasta nuestros días con la propuesta de René Descartes.
El reconocido neurólogo y neurocientífico portugués Antonio Damasio plantea algunas preguntas sobre este tema en su libro “En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos”: ¿Son la mente y el cuerpo dos cosas diferentes o sólo una? ¿Son dos sustancias o son una sola? ¿Qué está primero la mente y a partir de ella el cuerpo y su cerebro o es primero el cuerpo y su cerebro es el que causa la mente?.
A partir de los descubrimientos de los circuitos neuronales comienzan a tener preeminencia la conducta y el comportamiento, generándose la idea reduccionista de hacer coincidir la mente con el cerebro, que deja de ser su soporte para transformarse en su causa junto con el cuerpo (en la mayoría de autores). Se intenta dar cuenta de la biología como causa de lo humano incluso algunos proponen que el límite de los descubrimientos científicos tendrá que ver con llegar a “descubrir” todo lo que el cerebro pueda dar de sí. Así lo manifestó Eric Kandel en su conocida frase: “quizá la frontera final de la ciencia ¾su último desafío¾ sea la comprensión de las bases biológicas de la conciencia y de los procesos mentales por medio de los cuales percibimos, actuamos, aprendemos y recordamos”.
No olvidemos que algunos de los investigadores en neurociencias han sido galardonados con el Nóbel.
Creo que queda claro la incidencia que todo esto tiene tanto en las prácticas que se realizan en el campo de la salud mental como en la sociedad actual y por tanto en el orden social. Incidencia ésta que cuenta con la praxis de los profesionales en este campo. Estas vías de investigación favorecen la desaparición del “discurso del caso” (del uno por uno), del desprecio por palabra de los sujetos en beneficio de la generalización. Discurso del caso que como dice Milner en su libro “La política de las cosas”: “es la forma discursiva de lo individual frente a la contabilidad del uno de cada individuo, del uno que no hace diferencia”, y continua: “La mentira actual está en pretender que las cosas hablen... si hay palabra es porque algunos hablan en su lugar”[2].
Algunas Cuestiones que Hemos Ido Planteando en el Grupo de Investigación
Dentro de los comentarios que surgían desde la coordinación[3] hay fundamentalmente dos que no he podido confirmar a pesar de las consultas realizadas.
1. La primera y más interesante en mi opinión es la de si existe alguna hipótesis sobre la posible disminución de los neurotransmisores ¾en particular la de serotonina¾ para explicar la depresión generalizada de la sociedad occidental actual. Al estilo de lo que pasó con el descubrimiento de la disminución del número y de la movilidad de los espermatozoides en el semen de los hombres cuando se investigaba sobre la disminución en la actualidad de la fertilidad.
2. La segunda, en esta época de la medicalización generalizada, trataría de conocer la frecuencia de tratamientos antidepresivos previos en los familiares de niños medicados con psicofármacos y más concretamente con psicoestimulantes.
De estas preguntas no he podido lograr una respuesta en la búsqueda que inicié hace algún tiempo, por lo que permanecerán abiertas y, en mi opinión, son bastante oportunas. Cuando he conversado con colegas psiquiatras que están mas próximos a una práctica de la psiquiatría en su orientación biologicista, su respuesta ha sido la de interesarse por estas preguntas, aunque sabemos que para el discurso de la ciencia la subjetividad no cuenta.
Retomando la Dualidad
Volvamos a nuestro hilo expositor, la hipótesis es: “Hoy se trata de hacer coincidir lo mental con el cerebro”. Los avances tecnocientíficos han permitido “visionar” el cerebro en sus diferentes funciones, esto ha dado lugar a un desarrollo importante de las imágenes sobre las diferentes formas en las que aparece el cerebro según la “actividad” que se esté realizando, formándose las denominadas cartografías cerebrales. Éstas son tomadas, en ocasiones, como causa o hecho en sí mismo al intentar esta coincidencia o superposición.
Se fotografían distintas situaciones como la mirada sobre un objeto agradable, la audición de una pieza de música clásica, la toma de decisión sobre alguna temática, un momento de oración o de meditación, una crisis de llanto, una risa estrambótica, un estado de concentración en la lectura, etc. Como dice Jacques-Alain Miller “la imaginería por resonancia magnética permite representar la actividad neuronal, estamos dotados hoy de un muy potente imaginario del simbólico. Hay que constatarlo”[4]. Se trata como acabamos de exponer de la tesis por la cual se plantea lo mental desde su reducción imaginaria a lo cerebral.
Por lo tanto, todo el desarrollo actual de la ciencia neurológica, la conocida como neurociencia, aporta un significante amo que irrumpe con fuerza y que comienza a utilizarse con asiduidad en su forma gramatical de prefijo. Lo encontramos en varias ramas de la neurología, la biología, la psicología y otras muchas ciencias, las cuales comienzan con este término de neuro-[5] (neuropsicología, neuroimagen, neurobiología, neurobioquímica, etc.). A partir de él queda claro que todas ellas trabajan con un mismo objeto de estudio: el cerebro.
Lo mental a partir de ahora estará representado por las diversas rutas neurales que se establecen según las construcciones que se realizan en el funcionamiento cerebral, funcionamiento que va a caracterizarse por algunos mecanismos y modos según proponen los investigadores en estas disciplinas.
Nombraremos algunos de estos mecanismos sin detenernos en desarrollos extensos, difíciles para mí en esta rama de la neurología. Mecanismos en los que algunos autores consideran que se abre una salida para la “posmodernización” del psicoanálisis. Esta vía de salida pasa por la confluencia que debe tener con las neurociencias, único recurso para su supervivencia ¾según lo plantean.
Fundamentalmente encontramos tres ejes temáticos:
1. El de la memoria y por tanto de la conciencia o cognición en su relación con las experiencias y el aprendizaje (Kandel).
2. Los que tienen relación con las emociones y sentimientos[6], de los que el cerebro guardará una serie de “imágenes” tal como lo nombra Damasio.
3. El fenómeno de la “plasticidad neuronal”[7], tal como se viene conociendo en los últimos años, ya que se sabe que el cerebro crece hasta la edad adulta. Son estos fenómenos de plasticidad en las interconexiones los que darían cuenta de lo más propio del hombre (en el sentido de lo humano).
Un Nuevo Orden
Lacan planteaba las grandes crisis éticas de los médicos en su texto “Psicoanálisis y Medicina”, haciendo referencia a lo expuesto por Michel Foucault en su texto de 1961 “Historia de la locura en la época clásica” en la que relata cómo los médicos psiquiatras participaron de manera activa en las tomas de decisión sobre los internamientos involuntarios los que constituye las conocidas segregaciones por enfermedades mentales, asumiendo el papel de policía de salud... mental.
Hoy asistimos a una nueva posición dentro de lo social. Las neurociencias introducen un nuevo orden que toma lo imaginario y la contabilidad en las evaluaciones como los instrumentos que ordenan la salud mental de las personas. Cada día se utilizan estas técnicas por ejemplo en la selección de personal, en la conflictividad entre los trabajadores de una empresa, etc., su uso acaba de iniciarse y se extenderá. Cada uno con su “cartograma cerebral” como tarjeta de presentación, la imagen en el lugar de la palabra. A lo que se añade nuevamente el ideal de una armonía posible a partir del conocimiento del cerebro. Damasio escribe: “... el éxito o el fracaso de la humanidad depende, en gran medida, de la manera en que el público y las instituciones encargadas de la gestión de la vida pública incorporen principios y políticas a esta visión revisada de los seres humanos”.
Siguiendo esta lógica de descrédito de la palabra, las neurociencias y su correlato pragmático ¾la ciencia conductual o cognitiva[8]¾ se pretenden completamente asépticas de todo pathos o índice de subjetividad, por lo que dejan al descubierto lo que del discurso del amo subyace en ellas. Es fácil generar un malestar frente a técnicas terapéuticas al servicio de este amo moderno que busca incesantemente el control y la evaluación[9], verdadera apuesta de las políticas sanitarias, olvidándose que ningún amo está a la altura de controlar lo que constituye la esencia de los derechos del hombre: la verdad, el deseo y el goce (Miller J.-A. El Banquete de los analistas. Paidós, Buenos Aires, p. 411).
[1] “Cerebro azul o cerebro triste”.
[2] Milner, Jean-Claude. 2007. La política de las cosas. Miguel Gómez Ediciones. Málaga.
[3] Grupo de Investigación en Psicoanálisis y Medicina del Instituto del Campo Freudiano en Barcelona.
[4] Extraído de su Curso 2007-8. Clase del 16 de enero de 2008.
[5]El neuropsicoanálisis acaba de nacer. (Una referencia se encuentra en la revista “Cuadernos de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente. Nª 43-44, 1ª y 2ª semestres de 2007, pags. 163-9). El primer número del Journal Neuro-psicoanálisis, publicado en 1999, dará origen a la Sociedad Internacional de Neuro-psicoanálisis (que agrupa a los neurocientíficos interesados en el psicoanálisis) instituye una suerte de declaración de principios del llamado neuro-psicoanálisis. El editorial, escrito por Mark Solms y Edward Nersessian, establece como su objetivo fundamental la necesidad de “reconciliar las perspectivas que sobre la mente tienen el psicoanálisis y las neurociencias”, tarea que aspiran lograr educando a psicoanalistas y neurocientíficos. En ese primer número destaca un trabajo de investigación llevado a cabo por el neurocientífico Sergio Panksepp sobre la teoría freudiana de las emociones. Sus resultados fueron luego sometidos a la consideración de neurocientíficos, entre ellos Antonio Damasio, y algunos psicoanalistas franceses de la IPA. Las opiniones de Damasio y los neurocientíficos intentan hacer coincidir la “neurociencia de la emoción” con las ideas freudianas, en una definida intención: ganarse a los psicoanalistas con la ilusión del estatuto científico para la disciplina.
[6] Las emociones y sus reacciones relacionadas están alineadas con el cuerpo, los sentimientos con la mente. Las emociones son acciones o movimientos visibles para los demás (de fondo, primarias y sociales). Los sentimientos siempre están escondidos. Son percepciones que se apoyan en los mapas corporales del cerebro, estos mapas se refieren a partes del cuerpo y a estados del cuerpo. Junto a la percepción del cuerpo está la percepción de pensamientos con temas concordantes con la emoción, y una percepción de un determinado modo de pensar, un estilo de procesamiento mental.
[7] Del libro “A cada cual su cerebro. Plasticidad neuronal e inconsciente” François Ansermet y Pierre Magistretti. 2006. Katz Editores. París. Este concepto de plasticidad significa que la experiencia puede inscribirse en la red neuronal. Un acontecimiento vivido en un momento dado se marca al instante y puede persistir en la duración. El acontecimiento deja una huella como una suerte de encarnación del tiempo. Pero esta huella puede ser modificada o puesta en juego de forma diferente al asociarse con otras huellas. Más allá del determinismo biológico (neuronal o genético), y más allá del determinismo psíquico, el hecho de la plasticidad implica, pues, un sujeto que participa activamente en su devenir, ¡e incluso en el propio devenir de la red neuronal! Y así, desde una nueva perspectiva, se vuelve pertinente una posición enunciada por Lacan: “Lo importante es captar cómo el organismo viene a apresarse en la dialéctica del sujeto”. Lacan J., “Posición del inconsciente” [1960, 1964], Escritos 2, trad. de T. Segovia, Buenos Aires, Siglo XXI, 1985, p.827.
[8] Todo esto se ha cruzado, todo eso no ha conocido ese desarrollo extraordinario y construido de nuestro amo actual, más que por ese materialismo mecánico que el cognitivismo ha encontrado en su objeto mayor: el cerebro. El lugar que es en efecto un callejón sin salida –Lacan hablaba del callejón sin salida cerebral-, el cerebro es un callejón sin salida.
[9] La categoría esencial del orden social es la comparación: el hombre comienza con la comparación y entonces la humanidad llega de manera natural a la evaluación. En adelante, la cifra- la cifra de cuantificación- es la garantía del ser. En el fondo, es la incidencia de la ciencia sobre la ontología (notas tomadas del curso de Jacques-Alain Miller de este año).
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