Recogido de (http://www.observatoriopsi.com/0743.htm)
Silvia Grases
Esta presentación sobre mi experiencia de trabajo en institución se apoya en una comentario de Jacques-Alain Miller en el colofón de las jornadas de PIPOL 3, cuando, en relación al par psicoanálisis puro/psicoanálisis aplicado y a las innovaciones en este campo de los CPCT (Centro Psicoanalítico de Consultas y Tratamiento), se refiere a una oposición entre el concepto de encuadre y el de discurso. Abandonar la idea de encuadre y apostar por el discurso psicoanalítico, permitió a Miller bromear sobre el "psicoanálisis como una instalación móvil". Esta pequeña broma de Miller podría definir en el fondo la experiencia de trabajo que como psicoanalistas desarrollamos en una institución que reúne a personas afectadas por hemofilia y otras coagulopatías de la sangre.
La forma de la Asociación es también fundamental para presentar esta experiencia de trabajo, en tanto es la vía del vínculo por identificación al rasgo de la hemofilia la que caracteriza la pertenencia a la institución. No todas las personas diagnosticadas se asocian. Aquellas que lo hacen, privilegian la identificación a la hemofilia en un contexto determinado. Cada asociado hace un uso particular de la asociación y establece una relación singular con ella. Para algunos, la Asociación es un lugar que permite una inscripción en un grupo social; para otros, se trata de un Otro de la garantía, referente de confianza a la hora de dirigir sus consultas o contrastar informaciones; y así sucesivamente.
En las demandas que recibimos en el Servicio de Psicología constatamos que la identificación a la hemofilia puede ser tarjeta de presentación del sujeto y explicación del malestar subjetivo, bloqueando entonces las posibles preguntas y enunciaciones del sujeto. Lo vemos por ejemplo en las visitas con niños. Recuerdo el caso de un niño de 6 años cuyos padres consultaron en el Servicio debido a su conducta agresiva en la escuela. En las primeras visitas el niño mostró claramente que no quería venir. Le pregunté por qué pensaba él que venía y su respuesta fue "no quiero venir a hemofilia". Mi intervención fue preguntarle: "¿Hemofilia? ¿Qué es eso?". Me respondió entonces con gran sorpresa: "¿pero tú no sabes qué es hemofilia?". Fue una intervención que consiguió agujerear un poco la uniformidad de la identificación y el saber estandarizado que se le supone, lo que permitió a este niño empezar a decir sus propias palabras. En primer lugar, su propia explicación particular sobre la hemofilia, que permitía además comenzar a entrever lo velado en su síntoma: "Hemofilia es que te pinchen".
Conviene introducir aquí una breve explicación sobre la hemofilia, así como sobre las coordenadas que marcan la creación de un servicio de psicología en una Asociación de afectados que ya existía desde hacia varios años. La hemofilia es una coagulopatía congénita hereditaria, ligada al sexo, de forma que es transmitida por las mujeres, a las que se denomina portadoras, mientras que son los varones los afectados. La causa de esta coagulopatía es un déficit de uno de los factores de coagulación de la sangre. La manifestación de la hemofilia será severa, moderada o leve, dependiendo de lo acusado que sea el déficit de ese factor de coagulación.
Sin tratamiento, la hemofilia puede producir sangrados, incluso espontáneos, que en el caso de localizarse en las articulaciones resultan especialmente graves, pues deterioran el cartílago y pueden derivar en pérdida de funcionalidad, es decir, limitación de movilidad de brazos y piernas, cojera, invalidez, etc. A partir de los años 80 la ciencia proporciona los primeros tratamientos de la hemofilia en forma de crioprecipitados, derivados de plasma humano que se infunden cuando aparece un episodio hemorrágico elevando así el nivel de factor de coagulación en sangre. La euforia con la que se recibió este éxito de la ciencia duró poco tiempo, justo hasta descubrir que el tratamiento a base de plasma humano resultaba ser también una vía de transmisión de infecciones muy graves e incluso mortales, como las hepatitis o el sida. El tratamiento que había de curar se convierte en causa de enfermedad y muerte. El Otro de los cuidados revela su inconsistencia y, para algunos, se vuelve decididamente persecutorio.
Es en estas circunstancias que nace el Servicio de Psicología en la Asociación, por tanto, como respuesta ante la aparición traumática y devastadora de lo real de la muerte.
Algunos asociados demandan ser atendidos en el Servicio porque consideran que ese es el mejor lugar al que dirigir su demanda. Es el caso de los padres de un chico de 15 años, que consultan en el Servicio después de haberse tratado en otros centros debido a serias dificultades de aprendizaje. Javier es adoptado tras fallecer sus padres, a causa del contagio de sida del padre a través del tratamiento de la hemofilia. Precisamente fue durante el embarazo de Javier que los padres supieron de la infección de sida. Esta noticia causó en el padre un profundo rechazo hacia el bebé. Tras la muerte de los padres, la hermana de Javier toma el relevo de la posición paterna y recuerda constantemente al hermano que los padres adoptivos no son sus padres de verdad. Sin embargo el niño nunca hace preguntas sobre su historia. En la escuela aparecerán tempranamente dificultades para aprender y el diagnóstico de "trastorno por déficit de atención", por el que Javier es tratado en diferentes lugares, sin resultados. Una frase del tutor en una entrevista con los padres adoptivos, "Javier no es feliz", les hace sentir cuestionados como auténticos padres del niño y decide al padre a romper con la serie de centros de tratamiento del déficit de la atención y consultar en el Servicio, explicitando "creo que es el único lugar donde se puede comprender nuestra historia". Lo que se jugó en el fondo en este caso fue la posibilidad de adopción tanto por parte de estos padres como de este hijo. De la adopción que finalmente pudo ser se derivaron efectos subjetivos respecto al saber y a las dificultades de aprendizaje, que este chico pudo superar en buena medida, conservando, eso sí, un punto de no-saber en su relación con la hermana, solución particular del sujeto que le ha permitido abrirse al saber en otras áreas y mantenerse al mismo tiempo alejado del riesgo de descompensación.
En el servicio de Psicología nos prestamos a un uso. Entendemos que nuestra función no puede hacerse encajar en el encuadre de un trabajo terapéutico encerrado en la consulta de la que disponemos en la asociación, sino que pretendemos hacer existir el discurso del psicoanálisis en el seno de la institución. En nuestro quehacer diario atendemos demandas de tratamiento, pero también salimos de nuestra consulta y circulamos por la asociación, por el hospital, participamos en las conversaciones con la junta, con el equipo médico y de enfermería, en los materiales de difusión, en las reuniones, haciendo existir el discurso psicoanalítico. Asumiendo la responsabilidad de interlocutores, proponiendo una escucha diferente pero sobre todo, necesariamente ligada, como dice Miller, a hacer del psicoanálisis un lugar de respuesta.
Por ejemplo, en una ocasión, en una visita a las colonias de verano que organiza anualmente la asociación, el equipo es convocado a realizar una sesión "in situ". Un niño, que participa por primera vez en las colonias, quiere regresar a su casa. La demanda de los monitores al equipo es que hablen con el niño para ayudarlo a que pueda quedarse. En la sesión improvisada el niño da cuenta de su imposibilidad, de las estrategias que él mismo ha seguido para poderse quedar, de la dificultad de separarse de su madre a la que supone llorando, tal como vio por la ventana del autocar cuando marchaban. La cara llorosa de la madre se le aparece al niño en los momentos en que juega o se relaja para dormir, imposibilitándolo todo. Se queja de que no le permiten hablar con su madre, y se le propone hablar con los monitores para que pueda realizar esa llamada. Se respetará igualmente su deseo de irse si es lo que quiere. Efectivamente, él no puede quedarse ahora, no es su tiempo, y se devuelve esta conclusión a los monitores. Éstos se verán enfrentados ahora a aceptar que por primera vez un niño marche de colonias, expresando su sentimiento de fracaso pero también asumiendo que en el trabajo uno por uno, no para todos los niños es bueno quedarse, que los tiempos subjetivos son diferentes.
Esta transmisión del discurso psicoanalítico permite que tengan lugar operaciones particulares en el seno de la asociación. En las mismas colonias, ha podido participar un chico que pidió participar pero que por edad no podía ya asistir. Se trataba de un chico con dificultades que asiste a una escuela de educación especial y que no podía tampoco participar como pre-monitor, que es una vía posible para otros chicos. En las categorías existentes, este chico no encajaba. Se consultó la situación con el equipo, había disposición por parte de la organización de las colonias para encontrar una manera particular, acorde con este chico, de que él pudiera participar, pero ¿cómo ofrecerle un lugar de inserción? Había que tener en cuenta la organización de las colonias, que necesariamente impone unos límites, pero también el deseo de acoger la petición del chico. La cuestión se zanjó de la siguiente manera: se le permitía al chico participar durante unos días (no la totalidad del tiempo que duran las colonias), mientras que el lugar que él iba a ocupar fue nombrado por él mismo: "ayudante".
Estas experiencias en institución nos conducen a formular una pregunta en la conclusión de esta presentación: "¿nos insertamos nosotros, los analistas?". Porque pensamos que para los psicoanalistas también se trata de querer estar en estos lugares para poder volver operativo un discurso.
Se trata de salir de un encuadre para llevar un discurso, el discurso psicoanalítico, a las instituciones en las que los analistas trabajamos. Pensar el psicoanálisis en términos de discurso es lo que permite hacer de él, como decía Miller, una instalación móvil. Porque partiendo del psicoanálisis como discurso podemos tomar la afirmación de Lacan, que decía que el psicoanálisis sólo podrá existir mientras haya psicoanalistas, para poner a prueba su reverso, es decir, para intentar hacer existir el psicoanálisis allí donde haya un analista.
* Intervención (resumen) en la Jornada Sábados de la Orientación Lacaniana, organizada por la Comunidad de Catalunya de la ELP bajo el título: "Clínica y pragmática de la desinserción en psicoanálisis". Barcelona, 24 de Noviembre de 2007.
No hay comentarios:
Publicar un comentario