Beatriz Garcia Martinez. Psicóloga y psicoanalista. Socia de la sede de Madrid de la ELP.
Recientemente aparece en el suplemento del New Yorker que el diario El País incluye los jueves un artículo sobre la nueva tendencia en los Estados Unidos a atender las peticiones de niños que piden un cambio de sexo. Se trata de un caso extremo de la cuestión tratada anteriormente en el blog de la libertad de los pacientes para pedir a los médicos lo que consideren conveniente. El caso resulta extremo porque se trata de niños, a los que hasta no hace mucho no se les reconocía tanto derecho a opinar, y también porque en la sociedad americana este respeto a la libertad del individuo se lleva a límites que aquí nos resultan aún exagerados. No obstante, me parece indicado emitir una opinión, dado que por experiencia sabemos que muchos de los cambios que primero se operan en EEUU se trasladan aquí no mucho tiempo después.
El artículo hablaba de niños entre 5 y 10 años que manifestaban su desacuerdo con su sexo biológico, y a los que todo un movimiento de padres y médicos abogaba por reconocer su derecho a tal desacuerdo, tomando medidas , no solo en relación a permitirles vestir con ropas del sexo contrario, sino también a medicarlos para retrasarles la pubertad y dar así tiempo a decidir un cambio quirúrgico y hormonal, más sencillo cuando no se han llegado a desarrollar los caracteres sexuales secundarios.
Lo que el psicoanálisis puede decir sobre esto es que hay muchas razones por las que un sujeto puede renegar del sexo biológico con el que ha nacido, y elevar eso a la categoría de un deseo que debe ser acatado con la intervención de la medicina, es olvidar que un sujeto solo es libre cuando conoce aquello que lo determina en sus decisiones. Un psicoanálisis puede ayudar a poder separarse de lo que el sujeto fue para el deseo inconsciente de quien lo trajo al mundo y a hacer elecciones guiadas por una libertad que merezca ese nombre, pero para que eso pueda llegar es necesario que el médico, casi siempre el primer destinatario de estas demandas tenga en cuenta estas consideraciones en su ética profesional.
Las citadas consideraciones valen igual cuando se trata de otras demandas menos dramáticas de los pacientes. Lo interesante de este artículo es el modo tan crudo en que muestra la tendencia de los sujetos contemporáneos a considerarse “hijos de si mismos”, a rechazar la idea de que su pensamiento y sus decisiones puedan tener algo que ver con las circunstancias de su venida al mundo, los deseos, miedos, dificultades etc de aquellos que lo criaron, al tiempo que se somete al peor determinismo posible, el genético, del que no hay escapatoria.
La asunción de la pertenencia a un sexo por parte de un sujeto no es una cuestión solo de educación ni de química ni de genética. Se trata de un proceso complejo en el que, por sorprendente que parezca, se juega algo de una decisión inconsciente donde interaccionan muchos factores. El sujeto es efecto de una estructura de lenguaje que le viene de aquellos que lo reciben en el mundo, pero es una estructura que tiene agujeros, por eso no se trata de un determinismo como el de la genética. Tratar estas cuestiones, al igual que muchos otros problemas infantiles, como una cuestión de hormonas, neurotransmisores etc. puede desorientar hasta extremos estremecedores, como muestra el artículo citado al principio.
Beatriz García Martínez.
(beatrizgarcim@hotmail.com)
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