24.5.07

El niño hiperactivo, deficit de atención y fracaso escolar


En esta serie de temas que va abordando el blog es de gran actualidad el debate que general el diagnóstico del "niño hiperactivo". Publicamos el comentario presentado por Rosa Lopez sobre el libro publicado por Juan Pundik (psicoanalista en Madrid) titulado "El niño hiperactivo, deficit de atención y fracaso escolar" cuya lectura recomendamos a todos los lectores del blog.
En la primera pagina y bajo el titulo de palabras preliminares Juan Pundik nos da las indicaciones para hacer un uso de este libro según los intereses del lector: Como todas mis actividades, la lectura de estos textos se puede abordar por módulos. Si eres un conocedor puedes saltarte los capítulos que consideres de iniciación. Si eres un profano puedes saltarte los capítulos que consideres excesivamente teóricos o documentales. Puedes seguir el orden del principio hasta el final o invertir ese orden y comenzar por el final. Tenemos, por tanto, en nuestras manos un verdadero manual que proporciona la información suficiente para que cualquiera, profesional profano, obtenga una visión global del problema que se oculta bajo las siglas TDAH.

En la primera parte del libro se han seleccionado una serie de textos de los que se consideran expertos en esta materia y que han sido publicados tanto en lengua inglesa como castellana, siendo en la segunda parte donde al autor nos ofrece su propio aporte.

No estoy de acuerdo, sin embargo, en que el autor del libro no este presente en esta primera parte y como el dice haya evitado anticipar interpretaciones y opiniones personales. Su posición frente al tema es clarísima y se percibe tanto en la selección de las citas como en el titulo de cada epígrafe que las antecede: o vivir drogado, o peor el remedio que la enfermedad, o una cocaína pediátrica, o de las alucinaciones a la muerte. Mi desacuerdo no supone una crítica pues no creo en supuestas objetividades y, por el contrario, valoro al que toma una posición clara en lo que dice.

A mi modo de ver, en esta primera parte Juan Pundik no se limita a recopilar citas, lo que podía resultar aburrido, sino que tiene la virtud de ir construyendo con las mismas un entramado que consigue atrapar al lector cuya indignación va creciendo pagina a pagina.

A medida que uno se adentra en la lectura de este libro empiezas a tener la sensación de asistir al relato de una historia de la infamia. Esa es la efectividad del método que utiliza Juan Pundik, que tiene un cierto aire de alegato judicial en el que cada una de sus afirmaciones va acompañada de citas probatorias. La infamia de esta historia comienza en el momento en que se pone nombre a una enfermedad completamente falsa: El déficit de atención y desorden de hiperactividad TDAH. Un diagnostico, que siguiendo las pruebas aportadas por el libro, engloba tal cantidad de síntomas que se abren en un abanico en el que caben desde los fenómenos de la sicopatología de la vida cotidiana más comunes hasta la psicosis, sin que se sostenga el más mínimo criterio diferencial.

El TDAH produce el borramiento de toda diferencia diagnostica en favor de una valoración moral, fíjense sino en los significantes que están puestos en juego: déficit y desorden. Solo desde la idea totalizadora de la existencia de un orden completamente normal, puede plantearse semejante expresión. Aquellos que son deficitarios frente al ideal normativo o lo desordenan quedan inmediatamente estigmatizados y a partir de ahí se les hace entrar en un tratamiento mucho más siniestro que los que se aplicaban en el gabinete del doctor Galigari. Juan Pundik denuncia como con el TDAH la peor cara de la medicina que se alía con lo más siniestro del conductismo y con los intereses casi delictivos de la industria farmacéutica. Jhon LeCarre escribía una novela titulada El jardinero fiel en el que la ficción del relato sirve para denunciar como los laboratorios farmacéuticos del primer mundo utilizan el continente Africano para experimentar con sus habitantes como si fueran chatarra humana. Con el libro que hoy presentamos, asistimos a una experimentación similar, con la diferencia que el primer mundo la aplica sobre sus propios hijos, concretamente sobre ese diez por ciento de la población joven que molestan el ideal social y a los que condenan a un tratamiento que ha de durar toda la vida y que además reconoce no tener valor curativo. Utilizar una de las citas elegidas por el autor que me gusta especialmente: Es posible que el paradigma del TDAH este convirtiendo en aberraciones patológicas algunos aspectos de la conducta que antes se consideraban como una parte natural de la variación humana?. Podría suceder que pronto veamos otros aspectos de la variación humana convertidos en trastornos? (por ejemplo el trastorno del déficit de valentía, el trastorno del déficit de sinceridad, o el trastorno del déficit de ambición.

Se nos dice que el TDAH es un trastorno biológico, con un probable origen genético, pero no hay nada que lo demuestre. Ni una sola de las pruebas ha conseguido hallar el punto del cerebro que esta lesionado o el gen que produce esta supuesta enfermedad. En su lugar todo son conjeturas procedentes de la superchería cientificista y en las que lo que se trasmite es una verdadera melange de prejuicios:

Lo más probable es que exista una desregulación a lo largo del eje catecolaminas-serotonina, una danza en la que un tropezón de uno de los danzarines da lugar a un tropezón del primero. Antes de que se den cuenta, esta pareja de danzarines están con el paso cambiado, no solo entre sí, sino también con la música: +y quien es capaz de decir cómo ha ocurrido?.

Algunos investigadores creen que el TDA esta relacionado con una disfunción del hemisferio derecho. En múltiples aspectos, nuestros conocimientos sobre la biología del TDA se hallan todavía en el primer capitulo.

No existe una prueba concluyente para el TDA; no sirve, pues efectuar análisis de sangre, electroencefalogramas, escáner, TAC, tipografía de emisión de positrones.

Quienes han perdido verdaderamente el paso y danzan sin ton ni son? Los jóvenes hiperactivos o la medicina especulativa?. Sin embargo, a pesar de estar dando palos de ciego, esto no les hace más cautelosos, sino que lo que es más grave, establecen un tratamiento y es en este punto en el que entran los otros dos grandes actores de este drama: el conductismo y las industrias farmacéuticas.

Las paginas dedicadas a los test concebidos por los psicólogos resultarían cómicas si sus efectos no fueran dramáticos. Me tome la molestia de hacer algunos de estos test y tengo que confesarles que obtuve un resultado positivo. Si, aquí donde me ven y a mi edad, me acabo de enterar que sufro un TDAH. En ocasiones me distraigo con facilidad, tengo la impresión de que emprendo muchos proyectos de forma simultánea, me entusiasmo con proyectos que no siempre llevo a cabo, tengo una memoria tan porosa que a veces al ir de una habitación a otra olvido cual era mi propósito, me molesta hacer colas, soy incapaz de leerme todas las instrucciones antes de utilizar un aparato, todavía me gusta jugar, no consigo seguir las listas de todos mis deberes al pie de la letra, pienso que tengo que organizar mejor mi vida, aplazo algunas tareas, me cuesta relajarme y cuando conduzco puedo cambiar de emisora y estando en casa, hacer zaping con el mando a distancia de la TV. Con frecuencia no cumplo todas las normas o determinadas reglas, puedo equivocarme al hablar o al escribir (aunque antes pensaba que eran lapsus). Me resulta muy difícil leer memorandos, a veces me despreocupo de mi cuenta bancaria, me suelo poner nerviosa cuando tengo que hacer algo nuevo, la familia de la que procedo no era exactamente normal, y, si, tengo que reconocer que en general soy muy activa.

Algunas de las preguntas son tan tendenciosas que sorprenden, otras resultan completamente pueriles, todas ellas muestran un profundo desconocimiento de la pasta de la que esta hecha el ser humano. Pongo ejemplos
Es usted una persona fanática?, de verdad creen que una persona fanática sabría reconocerlo y definirse como tal en un test?. No hace falta ser un experto en la subjetividad para saber que el fanatismo consiste en creerse en posesión de una verdad incuestionable.
Maneja el dinero sin el debido cuidado?, Cuando practica el sexo se suele distraer, aunque le guste?, le encanta viajar?, se ha preguntado en alguna ocasión si estaba loco?, +se ríe usted mucho?. Efectivamente, como indica el autor en el capitulo 8: Todos somos TDAH. El propio autor nos ofrece su testimonio en el Epilogo (pagina 106).

Más allá de nuestros testimonios personales de gente corriente, hay que subrayar que personajes tan importantes en la historia como Winston Churchill o Einstenio no habrían salido airosos de las pruebas y, sin duda, hubieran sido diagnosticados como TDAH.

Si las preguntas de los tests nos parecen inverosímiles, no tienen mas que seguir unas paginas mas para encontrarse con las pautas de tratamiento. Una verdadera batería de imperativos se ciernen sobre el sujeto y su familia, que muy probablemente queden aplastados por semejante maquinaria de normativización. ! Que desconocimiento! no saber los efectos devastadores que producen los imperativos normativizantes sobre el deseo del sujeto.

Cada uno de estos imperativos es imposible de cumplir y por tanto condena a la impotencia. Asegurese de que el diagnostico sea preciso y !mantenga el sentido del humor! (parece una broma). Leer algunos párrafos de las paginas 33 y 34.

Veinticinco consejos para los casos de TDAH en la pareja. Cincuenta consejos para el tratamiento del TDAH en los adultos. Cincuenta consejos para el tratamiento en el colegio. Catorce principios fundamentales para educar a su hijo con TDAH. Realmente agotador, alienante, superyoico, y profundamente desconocedor de la subjetividad.

Si tengo que definir mi propia sensibilidad, a diferencia del autor, son los estragos producidos por este discurso psicoterapéutico los que me despiertan mayor preocupación, por encima de los efectos negativos de la medicación. Desde el psicoanálisis sabemos que la iatrogenia del discurso que forcluye al sujeto es tan peligrosa como los fármacos inapropiados o mal controlados.

Notemos los estragos producidos por el ideal de evolución madurativa que empuja a los niños a conductas adaptativas cada vez más rápidas y sobre todo más homogéneas de manera que todo aquel que se aparta de los rieles preestablecidos o que tiene una temporalidad diferente queda estigmatizado.

Bien, en la segunda parte del libro Juan Pundik comienza a sentar las bases de su práctica desde la perspectiva psicoanalítica, en la que la escucha ocupa el primer lugar. Frente al para todos del ideal universalista, el psicoanálisis se centra en el uno por uno, el caso por caso, el niño por niño. La temporalidad de cada niño es diferente y es particularmente diferente a la de los padres y a la del docente que demanda, nos dice Juan Pundik.

Por otro lado el autor nos sorprende con su estilo particular, su uno propio que le caracteriza de un modo peculiar también entre los psicoanalistas. Nos sorprende cuando se aparta de la teoría psicoanalítica y para sostener la veracidad de sus argumentos plantea que el mismo se sometió personalmente al tratamiento con Rubifen durante dos meses y nos relata la experiencia del siguiente modo: Además de malestares de todo tipo, me produjo irritación, mal humor, molestias estomacales, la sensación de no ser yo, de estar drogado, de un estado parecido al que produce la cocaína. Y la necesidad de administrarme nuevas dosis también similar a la adicción que provoca la cocaína (pag 62)

Seguidamente su discurso cobra un tono político de denuncia un tanto apasionado: La mafia farmacéutica, sus aliados, sus agentes y sus lobbys están infiltrados en nuestras democracias tan duramente conseguidas y enmascarados lo están trasformando en un sistema imperceptiblemente totalitario.

Para abordar el enfoque propiamente psicoanalítico Juan Pundik comienza aclarando el punto de partida fundamental que nos diferencia: para el psicoanálisis el TDAH no existe. Partiendo de esa aclaración fundamental el autor se propone trasmitir lo que considera una clínica psicoanalítica de la infancia mediante los relatos de casos clínicos atendidos tanto por el mismo como por el equipo de sus alumnos o colegas.

Cabe destacar, entre estos ejemplos, el caso presentado por Marta Davidovich, bien conocida por todos nosotros, quien nos ofrece una viñeta clínica en la que caza al vuelo lo esencial de la posición del sujeto, un niño de 7 años cuyas dificultades de aprender los contenidos de la escuela tenían como causa el ocultamiento de la verdad de su origen de hijo adoptado. Un dibujo y una frase del niño fueron suficientes para que la escucha analítica captara lo que de ninguna manera hubiera podido descubrirse desde el enfoque de las perturbaciones de la conducta.

Es también destacable el trabajo con títeres realizado por Matilde Caballo Andujar con una niña de 9 años, que en la segunda entrevista, enmascarada en el títere con el que representa a la madre, sitúa con una increíble precisión, el drama del deseo materno: estoy un poco mal porque ya no quiero estar con mi pareja, le he dicho que lo dejábamos porque el quiere acostarse conmigo y yo no quiero. En el análisis de un adulto hubiera hecho falta mucho tiempo para que el sujeto pudiera aproximarse siquiera esta cuestión.

Ingeniosísima la pregunta que otro de los niños en tratamiento le dirige a su analista: eres una chica con hijos o con paz?.

Quisiera terminar estableciendo con el autor una cierta polémica en cuanto al estatuto que otorga al niño en el marco del tratamiento psicoanalítico: Para que la tarea sea un psicoanálisis tiene que haber un sujeto responsable. El niño en principio no lo es. Puede llegar a serlo pero generalmente el ignora por que llego tarde , por que no lo han traído a las sesiones anteriores , por qué suspendió el tratamiento y ahora lo vuelven a traer o los motivos por los cuales le han comunicado que esa seria su última sesión. Por estas razones prefiero hablar de una clínica psicoanalítica de la infancia.

Es el psicólogo el que piensa que la culpa de todo la tienen los padre o el ambiente que rodea al niño.
A mi modo de ver el hecho de no considerar al niño como un sujeto responsable, en el sentido de que no puede dar cuenta de sus actos ante otro, no implica que no estemos frente a un sujeto de pleno derecho y, por ende, responsable de su deseo inconsciente. Mediante la interpretación en análisis, hace la experiencia de como en muchas ocasiones el inconsciente provoca aquello que le hace sufrir. El sujeto infantil no puede ser pensado como una víctima del ambiente que le rodea, por el contrario en un análisis se le puede mostrar como se hace pegar o castigar. Lo fundamental es que entre el deseo del Otro y los efectos que aparecen en el niño hay algo en medio y es el sujeto como respuesta de lo real y eso no tiene edad. Por ejemplo que el destete deje en ciertos niños una lesión psíquica subjetiva definitiva que perdurará para el resto de su vida depende de la forma en que el sujeto va a darse una defensa primaria, con independencia de la actitud de los padres. La insondable decisión del ser es atemporal y esta en el origen mismo de la estructura.

Rosa López
Psicoanalista y miembro de la ELP.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece una auténtica indecencia que se permitan ustedes libros y artículos como el éste.
¿Y se dicen ustedes médicos? ¿Tienen la más mínima idea de lo que están diciendo? ¿No existe el TDAH...? Pues bien, sólo les deseo desde lo más profundo de mi alma que pasen un sólo día, uno sólo padeciendo ese "inexistente" trastorno.
Por cierto, hablo como adulto hiperactivo, de 36 años. No me jodan con lo de que los padres no educan ni con lo de que sólo quieren solucionar el engorro de los niños inquietos con una pastilla. Debería darles vergüenza sostenter en estos tiempos tales opiniones.
Ojalá mis padres me hubieran dado "la pastilla" de niño, mi vida no se hubiera destruido. ¿y todo para qué? Para comprobar cómo, a mis 35 años empecé a tomar metilfenidato y darme cuenta por primera vez en mi vida de lo que significa ser algo parecido a dueño de uno mismo.
Son ustedes indignos de llamarse médicos ni terapéutas de nada. Sólo deseo con todas mis fuerzas que la investigación en neuropsiquiatría les envíe a todos al desempleo, ya que es imposible conseguir que experimenten el infierno diarido de padecer esta "enfermedad inexistente".

Reciban un cordial saludo.
pepesalcedo@gmail.com

Anónimo dijo...

Soy psicóloga y estoy de acuerdo con el autor del libro. No todos los psicólogos caben dentro de la categoría en la se nos asocia en este texto, muchos tenemos visiones que emergen del psicoanálisis mismo.

amaia dijo...

Estoy de acuerdo con j.pundik, como en otras muchas cosas.
Y me declaro abiertamente hiperactiva int(p)erminente

Unknown dijo...

Pepe, se entiende tu descontento ante declaraciones tan tajantes. Qué pena, de todas maneras, que de una vida de 30 años, todas las conclusiones hayan ido sólo hacia una pastilla; que el bienestar de esos años haya dependido solamente de eso.