30.11.10

“La formación del psicólogo en un equipo de fertilidad”

Por  Juan Pablo Zito-Carro



Agradezco la invitación del Dr. Carlos Damonte y al resto de organizadores a participar en este simposio  junto al resto de colegas aquí presente.
El tema del que hablaré (“La formación del psicólogo en un equipo de fertilidad”) es un tematica interesante ya que el trabajo del psicólogo en una clínica tan especializada como lo es una de R.A. se desarrolla en una zona límite y requiere una formación o mejor dicho una posición muy particular.

Cuando hablamos de formación lo primero en lo que pensamos es en los conocimientos relacionados con su profesión que una persona debe tener para desempeñar su trabajo de un modo correcto. En la actualidad esto no es suficiente ya que además se le exige que tenga competencia, entendida como “pericia, aptitud o idoneidad para hacer o intervenir en algo” (RAE). Por lo tanto un profesional “formado”  es el que tiene los conocimientos y la experiencia necesaria para “saber hacer”. ¿es esto suficiente?  Si tomamos en cuenta que en toda profesión es necesaria una Ética podemos responder que no. Los conocimientos y las competencias sin una Ética o sin una buena orientación Ética, pueden dar un resultado nocivo. ¿Por qué creemos que son necesarios los comité de Ética?

Un equipo de fertilidad está formado por profesionales de distintas especialidades como ginecólogos, obstetras, enfermeras,  biólogos, embriólogos, andrólogos y psicólogos, entre otros. Antes mencionaba que el trabajo del psicólogo se desarrolla en una zona límite, punto de encuentro entre lo físico y lo psíquico. ¿Donde se localiza ese encuentro? En el paciente, debido a que es abordado desde dos discursos diferentes: el médico positivista y el psicológico.
La definición de límite según la RAE es interesante porque habla de “una línea real o imaginaria que separa dos terrenos, dos países o dos territorios”. Nos debemos preguntar ¿Cuál es la línea real que separa en el sujeto lo psíquico de lo somático? O mejor aún ¿cómo pensar una línea imaginaria entre ambos?
El alto grado de especialización de la medicina actual lleva a que los procedimientos medicos sean segmentados y cada profesional trabaje sobre una secuencia del tratamiento; el cuerpo del paciente también entra dentro de la lógica de la fragmentación, se trabaja sobre órganos o materia viva que puede ser separada del paciente. Esto requiere que todo procedimiento sea cifrado, etiquetado y cuantificado para que el “especialista” que sigue en la línea de trabajo pueda  saber qué paso del protocolo de actuación debe dar.
¿Pero que sucede con la subjetividad?¿Dónde ubicamos al sujeto que sufre por su padecimiento? En la lista de protocolos médicos no hay lugar para el paciente, sólo lo hay para los procedimientos. Lo subjetivo es pensado como lo que se opone a lo objetivo, también se hace referencia con este término a nuestro modo de pensar o sentir, y no al objeto en si mismo. Para la ciencia positivista lo objetivo es la única evidencia, por lo tanto no hay lugar para lo que se piensa o se siente. De esto podemos extraer una primer conclusión sobre la formación (no sólo del psicólogo) en un equipo de fertilidad: Los conocimientos, las competencias sin un ética que los regule da como resultado una intervención directa de la técnica sobre el organismo, borrando al paciente como sujeto de la escena volviéndolo un objeto.

En la relación entre psicólogo (o médico también) y el paciente se establece un vínculo que llamaré de transferencia: “…la transferencia  está ligada no tanto con la ilusión del amor como con aquella de que existen sujetos que saben. En cuanto hay, en algún lugar, el sujeto que se supone saber… hay transferencia” nos dice el psicoanalista francés J. Lacan. La infertilidad genera interrogantes que llevan a quien la padece a buscar un saber que aporte sentido.
En este punto considero fundamental hacer una aclaración: No hay ninguna duda de las soluciones que la “medicina de la reproducción” aporta en los casos de infertilidades de causa orgánica, esto es algo que no admite cuestionamientos. No obstante, entre un 5 y un 15% de los casos que llegan a las clínicas de reproducción son casos de infertilidad denominados de “origen desconocido” o “idiopáticos”, esto significa que no hay causa orgánica que justifique dicho síntoma.
Estos casos generan mucho desconcierto en el equipo médico y angustia en el paciente, en los primeros porque también consideran que hay una variable causal en juego que no puede ser localizada en el cuerpo y en éste último porque su enigma no encuentra una respuesta, el malestar no puede ser nombrado. Este podría ser un momento óptimo para solicitar la inter-consulta con el psicólogo pero no siempre lo es, es necesario que la demanda por parte del paciente dirigida al médico sea de tal intensidad que provoquen en éste un incómodo afecto de angustia.
¿Qué relación hay entre la ausencia de respuesta y la angustia del médico?
Como antes mencionaba, la transferencia entre médico y paciente se sostiene en una suposición de saber, el saber da poder.  El médico “debe” saber la respuesta, la cura al malestar del paciente y si esto no sucede su saber supuesto “es-puesto” en cuestión y su poder se transforma en impotencia, de ahí la angustia.

Estamos por lo tanto en un territorio diferente al puramente físico que toma al organismo como un real sobre el que hay que intervenir o al psicológico donde hay un predominio de lo imaginario, plagado de fantasías que apuntan a restituir la normalidad. Nos hallamos en el terreno de lo simbólico, más específicamente en el campo del lenguaje. Aquí no hay más que palabras que se dirigen al otro y que vienen del otro, que encierran una o varias significaciones generadoras de equívocos, relaciones y efectos en el sujeto. ¿De que otro modo nos enteramos del sufrimiento del paciente si no es por lo que nos dice? El ser humano habla, es la capacidad que nos diferencia de otros animales, pero ¿para que? Podríamos decir rápidamente que lo hace para hacerse representar, para mostrar su subjetividad, para que algo de su deseo se deje entrever, para hacerse amar, odiar o curar. Esto incluye su queja, su sufrimiento dirigido al otro como un enigma para encontrar respuesta a aquello que no funciona en su vida, aquello en lo que no se representa,  en lo que no se reconoce. Desde esta perspectiva debemos tomar al síntoma tal como lo postula Freud: “Los síntomas neuróticos son formaciones del inconsciente y resultan del compromiso entre deseos contradictorios (…) encierran un saber”
Como mencionaba anteriormente si no hay lugar para la palabra del paciente en el dispositivo médico ni en la consulta del psicólogo, si el malestar se acalla, se produce un desplazamiento y reaparece de otro modo.

La paternidad genera dudas, temores, rechazos, celos, etc. Tanto hombre como mujer no son indiferentes a la pregunta por la paternidad, ambos son concernidos de modos diferentes. Por el lado del hombre surge el interrogante de ocupar el lugar y ejercer la función paterna, acontecimiento que necesariamente hará cambiar el juego de los deseos con su pareja; del lado de la mujer el cambio es de mayor intensidad ya que se ponen en juego su identidad de mujer y la imaginarización del lugar de “la madre”. En ambos casos hay un elemento a pensar que es la función que viene a cumplir el niño que anhelan y el lugar que ocupará en la economía psíquica de la pareja, por lo que requiere que puedan construir una respuesta particular

Para finalizar creo conveniente retomar los significantes que he propuesto para pensar hoy con ustedes la formación que debe tener un psicólogo que trabaja en un equipo de fertilidad.
Mucha de la bibliografía psicológica de la reproducción asistida se sostiene en dos conceptos como son los de Ansiedad y Depresión como efectos anímicos de la infertilidad, esto conlleva a que el profesional psi se forme, se capacite en el manejo de estrategias para ayudar al paciente a afrontar situaciones de stress, bajar la ansiedad con diversos trucos y cambiar el modo de pensar para no caer en la depresión. Este campo de acción es muy limitado y reiterativo ya que también está protocolizado. ¿Cuál es la Etica que rige estas competencias? Podemos decir que es la de la “Normativización”, el paciente debe estar, sentir y pensar según la “idea” que tenga el psicólogo, esto no es sin estragos en muchas ocasiones. Es la lógica del estado de bienestar en la que “todos” tienen que estar bien y se les ofrece a “todos lo mismo” como solución.
Un cuestionamiento que me hago al escribir esta ponencia es si ¿todos los pacientes buscan una respuesta por el lado del saber, del saber inconsciente? Definitivamente no. Una  pareja que busca el hijo que dicen querer en una clínica de reproducción asistida sin que haya una causa orgánica, demanda una respuesta que venga del otro, una respuesta en lo real, lo que indica que el síntoma de la infertilidad (de origen desconocido) no se ha constituido como un interrogante para ellos, que apunte a: ¿qué nos pasa como pareja en relación a la paternidad y a la sexualidad?.
La posición ética de la formación que propongo es la de privilegiar la subjetividad del paciente dando lugar a su palabra, sosteniendo una escucha libre y flotante, sin prisas por curar y con la paciencia de escuchar lo que el sujeto nos quiere decir con aquello que nos está diciendo. Para esto es necesario estar dispuesto a transferir el saber al paciente, es él quien sabe las causas de su padecer y recurre a nosotros para orientase. Crear un espacio donde queden fuera las competencias del psicólogo (su saber hacer) y pueda aparecer “el saber” de paciente, saber inconsciente que encierra el enigma de los modos en que el individuo sufre y goza de su sexualidad y los efectos que esto tiene sobre la procreación.

Ponencia presentada en Venecia, 29 de octubre de 2010
Simposio de la Sociedad de Obstetricia y ginecología psicosomática.

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