18.4.10

A favor de otra mirada

por Jacqueline Berger.
 
Existe la mirada que encierra, la mirada que da una perspectiva, la mirada que te hace sentir que estás creciendo, la mirada que se clava en ti, la mirada que reconoce el eco del semejante, la mirada que separa, la mirada que disloca, la mirada que tranquiliza, la mirada que aliena, la mirada que confiere existencia al Otro en tanto que ser separado de su propia existencia…

Y es que la mirada, como lo podemos constatar cada día en nuestra vida cotidiana, resulta ampliamente influida por la idea que tenemos de aquello que una etiqueta, una categoría, una palabra designan.
Si me presento ante vosotros como periodista o como madre concernida por la problemática autista, o como cualquier otra cosa que elija poner por delante, la mirada que vais a poner en mi, en mi intervención de hoy, resultará ligeramente diferente, aparecerá determinada por lo que sabéis de tal o cual categoría que me designa como incluida en un grupo.
Yo escribí el libro Salir del autismo con la esperanza de producir un cambio aunque fuera pequeño, aunque fuera mínimo, en la mirada que cada uno de nosotros ponemos en las personas que agrupamos bajo el significante de autismo.

- Para que se miren de otra manera los desórdenes visibles, los síntomas que saltan a la vista y que a veces, incluso, petrifican a los que tenemos en frente, aniquilando la posibilidad de su pensamiento al provocarles reflejos de miedo o de angustia.

- Para que estas manifestaciones sean comprendidas por lo que son: manifestaciones de sufrimiento, y no como la rúbrica de un estado de deficiencia irremediable o como algo amenazante para uno mismo.

Cuando miramos las cosas de esta manera - y esto es tan importante para un niño con dificultades que, como todos los demás niños, es un sujeto en construcción - estamos dando a este niño otra pequeña oportunidad de « terminar de nacer », según la expresión que tanto me gusta de Barbara Donville o, lo que es lo mismo, de entrar en la sociedad.

Y es aquí donde está en juego la mirada de cada uno de nosotros y no sólo la de los padres o de los allegados está en juego: es necesario que esta sociedad tenga ganas de comprender lo que está en juego para niños que no crecen de manera ordinaria, es necesario también que acoja los desvíos dentro de una normalidad ambiental, que entienda que en estas diferencias hay también una fuente de riqueza y creatividad.

A contracorriente del discurso que categoriza con exceso los síntomas hasta perder el deseo de buscarles un sentido…, quisiera hacer oír que existe la posibilidad de una evolución positiva de los síndromes autistas, que los niños calificados de « autistas » no están programados para permanecer encerrados dentro de su estructura  ni para ser esencialmente autistas, que hay tantos autismos como niños diagnosticados como tales, que una vez establecido el diagnóstico y los sufrimientos reconocidos, hay que olvidarlo para construir el camino singular de cada uno, porque no hay un modelo, queda todo por inventar para cada sujeto, en cada caso y esto exige una energía considerable para los padres y para todos los que se ocupan de ellos.

El deber de la sociedad entera es ayudarles. Ellos necesitan ayuda material, necesitan recursos, pero ante todo necesitan esta fraternidad de una mirada que no evalúa antes de comprender, que no se siente en peligro por la diferencia, que, incluso y sobretodo, busca alimento en esta diferencia. Ahí empieza la reparación mediante el vínculo, ahí empieza un intercambio mutuo. Abrir este camino es un trabajo largo y agotador, pero da sus frutos y esto tan sólo se puede plantear si terminamos con la convicción de que el estado autístico es una fatalidad: un defecto insuperable de genes y de neuronas defectuosas. Ello será posible sólo si la angustia por el futuro deja de teñir las miradas y ellas pueden abrirse al presente.
 Es el miedo el que actualmente nos lleva a clasificar a los niños en categorías cada vez más afinadas según sus comportamientos. Es, realmente, el miedo el que hace leer cualquier diferencia con el prisma de la deficiencia, de la falta. Las denominaciones estancas que tienden a excluir del campo de la humanidad común se multiplican cada vez más para preservarnos de algo que, de otro modo, nos tocaría demasiado íntimamente.

Y, sin embargo, ¿es preciso recordarlo? Entre lo patológico y lo normal hay un continuo. , ¡uno se puede deslizar de un lado a otro en los dos sentidos, en un momento dado, en una vida, con una o dos generaciones de por medio!

He escrito este libro con la aspiración de llegar a un público exterior del que se podría denominar « el mundo del autismo », un público más amplio que el de los padres, el entorno en sentido amplio, porque la mirada que se pone en los síntomas de un niño en construcción es capital; ya que el pequeño humano, el muy pequeño ser humano, cualquiera que sea su manera de crecer, sean cuales sean sus enfermedades, sus sufrimientos, se construye, en primer lugar, ante la mirada de los otros. Hay miradas que abren a un porvenir, que abren perspectivas o, a la inversa, que encierran.
Hay miradas,  proyecciones relacionadas con el vocabulario empleado y con la fijeza que transmiten, que sostienen o, por el contrario, que hieren aún más.

He querido centrar esta intervención en el tema de la mirada en el autismo infantil porque hay dos maneras de contemplar a los niños con dificultades tan importantes de relación y de comportamiento: o bien mirarlos a través de lo que les falta o bien considerar, en primer lugar, sus capacidades.
Un niño atrapado en la problemática del autismo es devorado por angustias multiformes, por miedos cuya intensidad no nos imaginamos. Estamos hablando de niños que no han podido investir la mirada del Otro como algo que contiene, algo que permite explorar un espacio seguro entre él y el Otro, que le permita sentir que existe en un continuum con límites.

En estas condiciones, la mirada siempre puede producir fracturas, puede resultar punzante, perseguidora. En estas condiciones, también, el don de una mirada benévola, que contiene, que se deja guiar por lo que ocurre en el momento, en términos de emoción, de relación, es tanto más necesaria y reparadora.

Este don es la gratuidad plena y entera.

Es lo contrario de una mirada cerrada, de la mirada del que sabe, que proyecta demasiadas imágenes que no se corresponden con lo que el niño siente. Se trata de una mirada que no se deja enseñar por el niño.
Estos niños, más que otros, durante más tiempo que otros, estos niños necesitan una mirada que busca una concordancia emocional y afectiva para comprometerse en el vínculo con el otro, con la mutualidad que esto supone.

El titubeo de la mirada supone el abandono de la búsqueda de una certeza, supone tomar el riesgo de no saber, de equivocarse. Pero no se vive sin riesgo y éste es más fecundo, más portador de vida que las proyecciones poco gloriosas que les encierran, rápidamente, en un destino seguro, categorizado según los principios teóricos válidos para todos.
Cuando se habla de los más pequeños, con los que todo queda por construir- en los estudios científicos, se evoca, cada vez más a menudo, la plasticidad neuronal- la mirada que se detiene en el « pleno » es más creativa, es la que devuelve el individuo a su existencia entera, como individuo, porque respeta lo que hay de positivo, porque empuja hacia el salto existencial, sin reducir la dimensión del ser a sus dificultades.

Esta mirada ofrece la posibilidad de seguir en lo cotidiano ya que todo se juega en lo cotidiano, en los pequeños hechos y gestos, en las palabras menudas, así como en los tiempos de atención y de educación. Una pregunta que sigue sin respuesta, un acto inapropiado frente a una demanda -aunque esta demanda sea, ella también, inapropiada-, se añade a las heridas que alimentan un sentimiento de inexistencia ya demasiado imponente.

Esta mirada otorga la capacidad de dar seguridad, de contener, la necesidad de  controlar sus propios miedos, de interrogarse sin cesar sobre lo que alimenta nuestra propia mirada sobre el mundo y sobre el Otro. Esto lleva a veces a confrontarse con vértigos personales porque los terrores que sienten estos niños son también los nuestros, sentidos en un momento u otro de nuestra existencia, dominados, poco a poco, gracias a la suerte, al amor de los seres queridos…
Si estamos bien es también porque hemos escapado al estupor, entendida como petrificación de las emociones pero, en cada uno de nosotros, hay huellas de estas heridas existenciales, de estos grandes miedos fundamentales relacionados con el temor a la muerte. Y no se precisa gran cosa  para reactivarlos.

No hay una manera única de estar en el mundo, una manera única de triunfar en la vida sino que cada ser humano se construye integrando en su interior las diferentes miradas de los otros. Y la mirada está cargada de nuestros sentimientos conscientes pero también de nuestras emociones inconscientes.

No he querido dar testimonio de mi historia personal si no de este peso de la mirada para que cada uno de nosotros se sienta concernido. He experimentado a lo largo de mi recorrido como madre el consuelo de la mirada que ayuda a sentirse orgullosa, que ayuda a sortear dificultades, a encontrar soluciones, a tomar conciencia de su propia mirada sobre su niño, y a estar feliz de cambiarla, porque le alegra la vida al sentirse pertenecer a la comunidad de los otros.
También he experimentado la amargura de miradas que hunden en un papel de víctima, que excluyen, que minan la confianza en uno mismo, que descalifican.

Los padres no pueden estar solos aunque se agrupen entre ellos. Necesitan a toda la sociedad para inventar sin cesar nuevas soluciones, reales y humanas, que no estén únicamente bajo el semblante de la inclusión, sino que les permitan una inscripción verdadera en la comunidad humana; arreglos singulares que hacen atemperar la angustia ante el mundo y que permiten a las creatividades singulares realizarse en pos del enriquecimiento de todos.
El bienestar no puede conformarse con respuestas estandarizadas, protocolarias, reproductibles de uno a otro, que engendren guetos. No existen soluciones masivas al autismo y la vía de la esperanza me parece que se encuentra en la preservación de la variedad, en la agilidad de las pequeñas estructuras que promueven la creación.

Los niños gravemente perturbados necesitan, más que nada, una mirada que no evalúe antes de ver, que no lo mida todo con un rasero estándar, una mirada que dé a los otros la posibilidad de ser plenamente lo que es, por muy extraño e incómodo que sea.
Una mirada que de existencia, que no busque dominar. Es una mirada que da, que sostiene, que comparte, que no afirma su superioridad aunque sea por la vía indirecta de la piedad.

* Intervención realizada en el Congreso sobre "La especificidad de los funcionamientos de la persona con autismo" el 28 y 29 de enero de 2010 en Dijon (Francia), en la sesión titulada "La mirada de los otros sobre el funcionamiento singular del niño autista".

Jacqueline Berger es periodista y autora del libro Sortir de l’autisme, Ed. Buchet-Chastel (2008).
 Traducción: Dora Maestre con la colaboración de V. Coccoz y C. Cuñat.



RECOGIDO DE: ACTUALIDAD DEL FORO SOBRE EL AUTISMO.
http://foroautismo.blogspot.com/ Número 4, 17 de abril de 2010

13.4.10

Presentación del libro: "El dolor y los lenguajes del cuerpo", en Barcelona

El pasado día 9 de Abril fue presentado el libro en la sede de Barcelona de la ELP en un acto organizado por la Biblioteca. A continuación publico la intervención de Francisco Burgos, psiquiatra y psicoanalista en Barcelona.


Presentación del libro de Santiago Castellanos

“El dolor y los lenguajes del cuerpo”

Francisco Burgos

“El culto al éxito de la sociedad de hoy obliga a no admitir esos temas... Debemos dar sentido al dolor, sólo así lo superamos”.
Andrzej Szczeklik (médico polaco)

 

Agradecimientos

Agradezco a la Biblioteca del ICF, a su director Juan Ramón Lairisa y a Santiago Castellanos por la oportunidad que me ofrecen de participar en la presentación de este libro, importante para entender algunas cuestiones del dolor y sus padecimientos desde una lectura orientada por el psicoanálisis.

 

Introducción

Santiago ha elegido un tema interesante pero difícil de abordar y además lo ha hecho desde una perspectiva que me ha sorprendido y agradado, de aquí la importancia que adquiere para mí este libro tanto en el propio trabajo de explicar el “síntoma” dolor, sobre todo el dolor crónico y fundamentalmente la fibromialgia, como hacerlo servir de guía de lectura para el trabajo clínico cuando está presenta la cuestión del cuerpo. Porque en él encontramos un estudio amplio y riguroso de las referencias a este tema que elaboraron Freud pero sobre todo Jacques Lacan y sus aplicaciones a la clínica.
¿Por qué digo esto? Desde siempre en la historia de la humanidad, los hombres se han ocupado del dolor tanto físico como psíquico o de la propia existencia. La mayoría de los trabajos sobre este tema han sido abordados desde las perspectivas antropológicas o sociológicas, salvando los que intentan dar una explicación neurológica, es decir, un sustrato orgánico-causal al dolor o bien sus vías de formación y de sensación. Santiago lo encara desde la investigación orientada por la vía de la subjetividad, del inconsciente, del psicoanálisis. Nos aproxima a la clínica médica a través del tratamiento psicoanalítico.

 

El estilo

Quiero hacer una referencia al estilo, sorprende el estilo de escritura, directo, hablándole al lector, explicando los conceptos de una manera que facilita la prosecución del recorrido en esta temática compleja, el seguimiento de las referencias en el ordenamiento que ha tomado tanto cronológicamente de los autores psicoanalíticos como de la lógica que presentan. El trato respetuoso a la vez que riguroso hacia otros discursos como el discurso médico y el de la psicología, señalando posibles lugares de encuentro y de colaboración. Él mismo toma su punto de partida en el entrecruzamiento de la medicina y el psicoanálisis. A la vez que nos presenta a lo largo del texto la articulación con la clínica.
Desde el comienzo del primer capítulo está presente su experiencia en la práctica clínica y los relatos de los pacientes con sus vivencias subjetivas que nos ejemplifican y en muchos casos nos permite acercarnos mejor a la temática tratada en el libro. Es por ello que lo he leído con gran interés desde su inicio y está dirigido tanto para los psicoanalistas de la orientación lacaniana como para profesionales del campo de la medicina, de la psicología, sobre todo para los que a pesar de estar atravesados por el deseo de curar, se hallan divididos a partir de su experiencia en el trabajo clínico, pasados ya los primeros años del furor curandis, pienso yo, e incluso para las personas que quieran iniciarse en el conocimiento de la clínica sobre el dolor y el cuerpo.

 

El título del libro

Me llamó la atención el mismo título del libro desde que me encontré con él. Para mí, que tengo formación médica, plantea una cuestión que todavía hoy es fundamental cuando hablamos con los profesionales de la red de salud pública, y es la cuestión de los “lenguajes” y la propia del “cuerpo”. El autor da cuenta de la diferencia entre organismo y cuerpo para el psicoanálisis, a partir de la incidencia del lenguaje sobre el organismo. Toma por tanto estos dos significantes, el “dolor” y los “lenguajes” en plural, para hacer un recorrido por la temática del cuerpo, señalando el recorrido que realiza Lacan quien finalmente planteará la predominancia del “tener” frente al ser con relación al cuerpo, es decir tener un cuerpo.
Hoy asistimos a una nueva predominancia del discurso médico en el que se quiere poner el acento en lo real del cuerpo, incluso en el campo de la Psiquiatría a través como nos lo aclara J-A Miller del significante neuro–, en concreto en nuestra práctica es normalmente equivalente a decir cerebro.
Mientras construía este comentario me surgió la cuestión de ¿qué lugar dar al dolor?

El dolor en la clínica médica y de la salud mental

Haciendo un repaso, y si los datos con los que cuento son correctos, se trata de un “síntoma” a la vez inespecífico y universal que ha sido el primero dentro del campo de la Medicina que ha dado lugar a Unidades de Tratamiento Específico, las mismas que hoy empezamos a asistir a su desarrollo en el campo de la salud mental. Es el primer “síntoma” que por sí mismo ha dado lugar a la creación de las conocidas como Unidades del Dolor que se constituyeron a partir de la Segunda Guerra Mundial.
La Medicina no desconoce la participación de la subjetividad en la vivencia del dolor pero hasta la fecha no ha logrado encontrar un marcador biológico que le permita una clasificación orientada de los dolores y de sus intensidades a pesar de las investigaciones que se siguen llevando a cabo, para su implementación dentro de diferentes protocolos de actuación.
He aquí por tanto la importancia que adquiere este libro, fruto de su trabajo de DEA, que toma al dolor como un malestar por fuera de toda concepción sociológica o antropológica y recorre las referencias que nos ofrece el psicoanálisis freudiano y lacaniano y nos aporta su propia investigación llevada a cabo en su consultorio privado y principalmente en el de un Centro de Atención Primaria de la Seguridad Social con cuadros clínicos que en la actualidad están muy presentes en las modalidades del dolor como son el de la denominada “fibromialgia” y el del “síndrome de dolor crónico”.
Nos propone la hipótesis de tomar la fibromialgia como transclínica. No sería capaz de referirlo a la Medicina pero en la Psiquiatría que tenemos hoy la modalidad transclínica ha ganado la partida al estructuralismo. En mi opinión esta cuestión se desarrolla a partir de la introducción en la terapéutica de los psicofármacos (concretamente los antidepresivos), que en la manera en que se han ido implementando en la práctica clínica, lo han hecho para resolver síntomas, modalidad que ha impregnado los modos actuales de hacer psiquiatría.
Esto implica un paso previo, tomar al paciente que consulta a partir de su identificación a la denominación de su malestar: tengo fibromialgia. Justamente para plantear una maniobra previa a partir de la cual se intenta un trabajo contrario que pueda dar lugar al establecimiento de una pregunta, proponiéndole entonces hablar de ello. Iniciando la historización de su malestar que permita dar cuenta de la subjetividad a partir de su dolor. Llevará a establecer qué tipo de lenguaje hay en cada caso, pasaje de lo transclínico a la clínica del caso por caso, lo que ha ilustrado muy bien a lo largo de su libro con una serie de casos, que aportan luz para esta clínica, que no es nueva en sí misma sino en la consideración que se le está dando desde distintos lugares.
De esta manera nos ofrece un recorrido, ya clínico, mostrándonos las diferentes estructuras clínicas, el modo distinto de trabajar según éstas y la función que ejercen en cada una de ellas: síntoma dolor y acontecimientos de cuerpo, fenómenos psicosomáticos y fenómenos del cuerpo en la psicosis.
Él nos lleva a hacer este recorrido a través de los casos clínicos, desde el inicio del libro, pasando por un caso tomado prestado de Freud y aquí puede articularlo con las aportaciones freudianas, para seguir con los casos propios de la investigación que ha realizado en un Centro de Salud de la Comunidad de Madrid y en su práctica privada. Ya en el campo de los fenómenos psicosomáticos toma prestado un caso de Patrick Monribot y luego vuelve a su propia práctica.
Particularmente me llamó la atención en la clínica la presencia de casos de mujeres en los acontecimientos de cuerpo, de hombres en los fenómenos de cuerpo en la psicosis y un testimonio en los fenómenos psicosomáticos, a los que se suma otra de las hipótesis de este libro y es que suelen aparecer en el transcurso de la fibromialgia, nos dice: Es una constante en la clínica de la fibromialgia el que las pacientes presenten numerosos síntomas que podríamos ubicar del lado de los fenómenos psicosomáticos (pág. 85) y prosigue: Este modo de decir es específico del psicoanálisis lacaniano. Esta temática siempre introduce una dificultad para el médico y los modos de abordarla. Desde la Medicina se suele pensar, y de algún modo me parece conveniente que así sea, que se trata de un fondo de saco donde se pone todo aquello que de alguna forma es un enigma para el conocimiento que se tiene en ese momento y que es esperable una aclaración en tiempos venideros, con los avances científicos que se van consiguiendo. Lugar privilegiado para la sugestión, lo cientificista y las construcciones delirantes.
En los años de la Facultad siempre me resultó complejo y paradójico el uso de la palabra “esencial”[i] para nombrar la cuestión del desconocimiento de la etiología, tema por otra parte recurrente en la sintomatología del dolor, y que en este libro queda bien despejado, al ser abordado desde el psicoanálisis.  

 

Para ir terminando

A Santiago lo conozco a través del Grupo de Investigación del ICF “Psicoanálisis y Medicina”, él mantiene un blog con este nombre desde hace ya unos años y esto permitió conocer su trabajo cuando estuvo invitado en el “Stage” anual del Grupo.
Agradecerle una vez más su trabajo por la investigación plasmada en este libro. Libro que permite un ritmo de lectura difícil de interrumpir por la curiosidad que suscita y, a la vez, que te lleva al trabajo. Primero por el propio recorrido de las referencias al cuerpo y al dolor sobre todo en la obra de Lacan y de la lectura que hace J-A Miller y, en mi opinión, porque algunas de sus hipótesis son impactantes y por eso mismo interesantes para seguir investigando, sobre todo para los que tenemos una formación médica. Genera transferencia de trabajo. Gracias.


[i] En el diccionario medico Salvat, en su tercera acepción dice: enfermedad de etiología oscura y sin alteraciones demostrables.